Más que en los secretos grandes o mínimos, la verdad se cuela en los detalles, especialmente si estamos en los 90, sin celulares ni perfeccionados perfiles de ADN y hay que descubrir a un asesino serial. Al talentoso autor y director John Lee Hancock le interesa instalar con destreza climas y lugares, comienzo impactante y escalofriante, y luego internarse en la psicología de dos policías tan opuestos que se parecen: La vieja escuela de investigación, el universitario con mucho futuro. Pero en esos dos hombres con historias tan distintas, está el germen de la obsesión y el correrse de los límites de la ley para internarse en casos que se transforman en una cuestión personal y oscura, el conflicto entre lo que se debe hacer y la justicia por mano propia. Con ese objetivo y en una filmación elegante, de muy lograda ambientación, de mostrar cómo es Los Angeles surcada de autopistas, de casas bajas, de barios arbolados, lejos de la postal turística, se mueven estos intrigantes seres, a cargo de grandes actores. El personaje de Denzel Whashington un hombre con un pasado imborrable, un caso que lo obsesionó, lo llevó a cometer errores que él pagó con un divorcio, un operación de corazón y el desprecio de sus pares. Lo suficiente para llamar la atención del atildado investigador que encarna Raimi Malek en su caso más difícil. Una historia turbadora, que no es fácil, que incomoda al espectador, que se preocupa menos por saber si se hizo realmente lo debido, o de hallar al culpable, que por la evolución de quienes ejercen la ley. Espesa, intrigante, llena de detalles, de poca información y hechos contundentes. El trío de grandes actores se completa con el increíble Jared Leto y una composición donde pone en juego su capacidad de mimetizarse con un ser de hielo, desafiante y provocador.