Dios está en las pequeñas cosas.
Un elenco de figuras de renombre no alcanza para mucho si no tienen sobre lo que trabajar.
Después de varios años viviendo tranquilamente en un pueblo de las afueras de Los Ángeles, Joe “Deke” Deacon (Denzel Washington) debe volver a la ciudad para cumplir con la formalidad de retirar del laboratorio un elemento de evidencia que necesita para encerrar a un delincuente local.
Durante su breve paso por su antiguo lugar de trabajo, donde algunos de sus viejos colegas no parecen muy felices de verlo, tiene un cruce con Jim Baxter (Rami Malek), el joven detective estrella que ocupó su lugar cuando se retiró del cargo.
La relación, que comienza como una competencia un tanto áspera, se convierte en una sociedad cuando Deke sospecha que la nueva serie de homicidios investigada por Baxter está relacionada con un antiguo caso suyo que nunca puedo resolver, el cual terminó por causar estragos en su vida personal y profesional.
La revelación despierta antiguos fantasmas para Joe. En vez de regresar a su pueblo, decide quedarse investigando informalmente el caso con la esperanza de encontrar algo de paz.
Pequeños Secretos poco interesantes
Algo empieza a sonar mal cuando notamos que la única razón por la que la historia de Pequeños Secretos está situada a principios de los 90s es porque el guion lleva veinticinco años en el cajón de John Lee Hancock (The Blind Side, Hambre de poder). Es un sentimiento que empeora a medida que avanza la trama, no porque se sienta muy similar en tono y estilo a muchas otras películas del género ya realizadas hace veinte años, sino porque lo hace de forma incluso menos interesante, como si no hubieran existido o no hubiera podido aprender nada de ellas.
pequeños secretos crítica pequeños secretos
Con el misterio aparentemente resuelto bastante rápido, la simple trama policial de Pequeños Secretos pasa pronto a un segundo plano para darle más lugar a los personajes, especialmente cuando se revela a Albert Sparma (Jared Leto) como el antagonista de la dupla de investigadores, prácticamente al mismo tiempo en que Deke comienza con su investigación. Si tan poco misterio fue intencional o un efecto secundario de contratar a un actor famoso que aparece en todos los materiales promocionales de Pequeños Secretos (The Little Things) es algo difícil de saber desde afuera, aunque se merece el beneficio de la duda y asumir que fue lo primero.
El problema con tal decisión es que para sostener el resto de la película los personajes a desarrollar necesitan ser interesantes, con algo para contar sobre sí mismos y el mundo que los rodea, algo que no sucede con ninguno de los tres protagonistas.
Con mucho oficio, Denzel Washington interpreta al mismo veterano traumado que tantas veces le funcionó en el pasado, pero Malek encuentra muchas más dificultades para ponerse en la piel del altanero y religioso joven detective que interpreta. La dupla que conforman, como dos versiones del mismo personaje, no es del todo fallida pero nunca desarrolla una química que la haga funcionar de forma atractiva o al menos verosímil, en buena medida porque ambos se quedan en trazos gruesos.
El duelo con el antagonista, que claramente debería ser el punto más alto de la trama, tampoco funciona. En parte, porque Leto parece haberse quedado con ganas de seguir interpretando a Joker y ofrece un sociópata caricaturizado, desaprovecha lo potencialmente más interesante de Pequeños Secretos justamente porque el guion no le ofrece un poco más de profundidad al personaje.
Se nota que la idea era desarrollar un duelo mental y emocional entre él y los detectives más que llevar adelante la clásica sucesión de acertijos hacia la captura del asesino. Esto podría haber resultado atractivo si, en vez de dejar a cada paso hilos sueltos que nunca retoma, Pequeños Secretos se hubiera preocupado por darle cuerpo al trío protagonista como para que todo tenga sentido. Probablemente es en lo que más tendría que haberse fijado el director si tenía tantas ganas de emular a David Fincher. De esa manera Pequeños Secretos no se quedaría solo en un par de referencias estilísticas y sin acertar a los rasgos que realmente destacan cuando Fincher pone a un psicópata en pantalla.