Menos de lo mismo
Tres años después de Percy Jackson y el ladrón del rayo llega una secuela bastante peor (y eso que la primera entrega, dirigida por Chris Columbus, no era precisamente un dechado de virtudes).
El protagonista, claro, es el mismo: Percy Jackson (un inexpresivo Logan Lerman) es el único hijo vivo de un Dios (Poseidón) y, por supuesto, deberá salvar nuevamente al mundo -con la ayuda de sus amigos, de su arrogante competidora Clarisse (Leven Rambin), y hasta de un hermanastro cíclope- de una fuerza todopoderosa que amenaza con arrasar con el campo Half-Blood, en el que conviven los jóvenes descendientes de los griegos.
Fiel a la obsesión de Hollywood de bastardear la mitología (a esta saga hay que sumarle, por ejemplo, la más digna de Furia de titanes), hay aquí múltiples referencias y personajes surgidos de la historia antigua, pero el festival de efectos visuales no alcanza para maquillar una alarmante falta de capacidad a la hora de construir un relato de aventuras con un mínimo de tensión, suspenso, personajes empáticos y buenos toques de humor.
Thor Freudenthal (Hotel para perros, El diario de un chico en apuros) parece haber filmado con el “piloto automático” siempre prendido, sin que la película logre trascender jamás una medianía demasiado anodina. Hollywood, por suerte, nos tiene acostumbrado a mucho más que eso.
PD: El 3D no agrega absolutamente nada.