Un héroe todo terreno
La nueva entrega de Percy Jackson redobla la apuesta de la primera: en su apropiación del universo mítico griego, no sólo adopta procedimientos propios de Harry Potter, en vistas de capitalizar a los fanáticos huérfanos por el fin de la saga, sino que desembarca en océanos fantásticos y le guiña un ojo a los seguidores de Piratas del Caribe.
La palabra hybris, en griego, significa desmesura, pasarse de la justa medida. Para la civilización helena, que no concebía la moral como nosotros, a través de la tradición judeo cristiana, la ética consistía en un perpetuo término medio, en ninguno de los ámbitos de la vida se debía sobrepasar la medida razonable, sino que debía apegarse a la moderación.
Luego el término mutó a híbrido: el resultado de mezclar diferentes especies, diferentes géneros, el mestizaje. La hibridez vendría a ser el término medio, la hybris, entre componentes heterogéneos, diferentes entre sí. En este sentido filológico, la saga de Percy Jackson se puede pensar como un experimento de hibridación.
Percy Jackson y el mar de los monstruos (Percy Jackson: Sea of Monsters, 2013) es, ante todo, un ejercicio constante de mezcla. Un ensamblaje entre la estética helénica (centauros, columnas, ese imaginario que el Hércules de Disney resumía tan bien) y lo contemporáneo. Así, vemos cómo los papiros pasan a ser ebooks, cómo las armaduras pasan a ser ropa deportiva, y cómo el personaje del negro amigo que cuenta chistes (a esta altura casi un arquetipo cinematográfico) se convierte en un ¡fauno!
Percy Jackson nació con este objetivo explícito, la difusión de la cultura griega. Su creador, Rick Riordan, profesor de mitología griega, escribió la saga porque se le habían agotado los mitos que le contaba a su hijo. Entonces decidió adaptar la cosmología griega a la actualidad.
Esta secuela encuentra a Percy preocupado ante la posibilidad de ser un “one hit hero”: que la hazaña de la primera película de la saga, devolverle a Zeus su rayo, y salvar el mundo, haya sido una casualidad, sólo buena suerte. Además, su desempeño en el Campamento Mestizo, lugar de entrenamiento de héroes y semidioses, se ve opacado por el de Clarisse La Rue (Leven Rambin), la competitiva hija de Ares. Sin embargo, cuando las fronteras que protegen el campamento son vulneradas, Percy tendrá oportunidad de mostrar su heroísmo al enfrentarse a cíclopes, manticoras y toda clase de monstruos míticos. Incluso, enfrentará a Cronos, que vendría a ser algo así como su abuelo en términos de genealogía divina.
Con efectos especiales brillantes, la nueva película de Thor Freudenthal funciona en la medida en que la aventura fluye. Percy enfrenta a un toro mecánico, Percy navega un barco de zombies, Percy surfea una ola gigante. Pero cuando vemos que Percy duda, reflexiona, se emociona, el hechizo se rompe y todo se torna pesado. Quizás la culpa, en definitiva, sea de Logan Lerman. No se entiende que alguien que demostró ser un gran actor en Las ventajas de ser invisible (The Perks of Being a Wallflower, 2012), no pueda convencer en este papel, que parecía mucho más fácil. De cualquier manera, Percy Jackson es un digno sucesor de Harry Potter.