Perdida nos presenta a Pipa (Luisana Lopilato) una mujer policía que se saltea los procedimientos en pos de rescatar victimas de trata de blancas. El origen de esta vocación se debe a que, en un viaje con sus amigas al sur, Cornelia, una de ellas, desapareció. En una nueva misa de aniversario, la madre de Cornelia le pide a Pipa que reabra el caso. Y ella aprovecha todos los recursos a su alcance para darle un mejor cierre a la historia de su amiga.
La principal fortaleza de Perdida es su actualidad. Propone una protagonista fuerte y una antagonista (Sirena, interpretada por Amaia Salamanca) que ganó su lugar en un negocio de hombres. La presencia femenina, además de mover la acción, aparece con respeto en el tratamiento del tema de la trata. No polariza a los personajes entre buenos y malos, sino que introduce conflictos internos y motivaciones.
Al ubicarse dentro del policial, la acción requiere dinamismo y ritmo. En ambos aspectos la película logra un muy buen resultado. La narración no es lineal, sino que intercala lo que pasó aquella noche de la desaparición con el presente. Al combinar ambas temporalidades el espectador va recibiendo dosificada la información, resolviendo el caso a la par de Pipa. Resumiendo, en los apartados técnicos los elementos se mantienen dentro del estándar de las producciones nacionales: no aporta nada nuevo, pero tampoco atrasa.
Sin embargo, Perdida tiene muchas debilidades. Luisana Lopilato no termina de convencer. Se la ve hacer un esfuerzo muy grande por mostrarse ruda y se aleja de la naturalidad. En materia actoral los trabajos de la española Salamanca y de Nicolás Furtado son lo más destacable.
Antes decíamos que los personajes tenían matices y eso sumaba. En el caso de Pipa, se vuelven un poco contradictorios. Oscila entre haber olvidado a Cornelia, deberle su vocación y no haber superado su pérdida. Como es la que lleva la acción adelante, nos cuesta identificarnos porque nunca entendemos lo que siente.
Como el motivo principal es una búsqueda la acción avanza a medida que Pipa ata cabos. Muchos de estos cabos son en realidad imposibles de deducir con las pistas expuestas. Lo mismo los vuelcos que da la acción. Las revelaciones se acercan mucho más al melodrama que al policial, rompiendo su propio código y desorientando al espectador.