El director Alejandro Montiel se basa en la novela “Cornelia” escrita por la periodista Florencia Etcheves para incursionar en el género del thriller con pequeños detalles autóctonos. Nunca logra instalarse definitivamente en el género. Dejando de lado algunas cuestiones técnicas y narrativas, específicamente, igualmente el texto fílmico se empieza a hundir desde un principio.
Las primeras imágenes del filme, con una posición de cámara cenital, nunca justificada, bello plano y nada más, nos muestra un grupo de personas en la búsqueda de alguien en la nieve hasta que hallan una cadenita identificada como de propiedad de la persona extraviada. Estamos en San Martín de los Andes, el sur de la Argentina Un cartel nos anuncia el paso de 14 años. Esta segunda secuencia presenta a nuestra heroína, Manuela Pelari, alias “Pipa” (Luisana Lopilato), una oficial de policía obsesionada y dedicada exclusivamente al rescate de niños secuestrados. Luego sabremos que no es por casualidad.
En esta segunda secuencia la lluvia torrencial es puesta como un elemento para aportar más dramatismo-suspenso, el problema es que nuestra protagonista circula bajo la lluvia mojada, pero no se moja mientras circula, no solo eso, cuando entra a la casa donde finalmente rescatará a la niña la lluvia sigue en pantalla por varios segundos más.
Si eso fuera todo uno podría ser más condescendiente con el producto final, pero no, los agravios al cine continúan desde la presentación de los demás personajes, lo que intentan ser una imitación del cine policial hollywoodense, sin lograrlo. Su posterior construcción y desarrollo ulterior no instalan nada del orden de lo verosímil, ni hablemos de alguna sensación de verdad.
Empezando con el Jefe. y mentor de “Pipa”, (Rafael Spregelburd) cuya postura corporal, voz y rostro tienen más que ver con un psicólogo que con un policía. Luego aparece en escena otro oficial, Martín (Nicolás Furtado) en pose de modelo publicitario, intentando ser antagonista sin poder ocultar estar enamorado de “Pipa” (¿Quién no?).
Todo remite a la historia personal de la heroína. En el año 2003 la desaparecida era Cornelio, su mejor amiga, un caso cerrado sin hallar ni culpables ni cadáver. El aclarar el caso nunca dejo de ser un objetivo, es más, fue el motivo por el cual ahora es oficial de la ley.
Ellas dos, junto con otras tres compañeras, sumada la profesora de geografía, salen en viaje de egresados. En la última jornada del viaje las 5 amigas con la profesora van a reventar la noche a un tugurio al que Rambo no entraría desarmado, y es ahí que Cornelia desaparece.
Ya presentados los principales, no se toma su tiempo para incluir los secundarios menores, y así aparece la madre de Cornelia (Maria Onetto) invitándola a la misa de recordación de su hija y demandándole que reabra el caso.
Es en esa misa que nuestra heroína, y nosotros los espectadores, descubrimos un personaje de apariencia siniestra y el filme vuelve atrás al año 2010 en las islas Canarias, para presentarnos a Nadia (Amaia Salamanca), toda una sobreviviente de un poderoso grupo de proxenetas y tratantes de blancas, la que será el inicio de la búsqueda de nuevas huellas para la resolución del caso.
De esta manera la historia se diversifica por innumerables temas, trata de blancas, secuestros, droga prostitución, corrupción policial, sin profundizar en ninguno.
En contra de la voluntad de su Jefe ella se pondrá a investigar, para eso recurre a su amiga, una hacker informática (Oriana Sabatini), todo un personaje casi calcado de Lisbeth Salander, la gran figura de la serie “La chica del Dragón Tatuado”.
En tanto rubros técnicos y la dirección de fotografía es lo mejor del filme, bien sostenido con el apoyo del diseño sonoro. Lo peor es el guión, el ultimo dialogo entre “Pipa” y su Jefe es para guardarlo en los “anales” del cine, esto en tanto significado biológico del termino.
Para ser justos digamos que Luisana Lopilato defiende su personaje con buenas herramientas hasta que debe angustiarse, ahí patina, luego Amaia Salamanca más allá de su buena actuación el problema es que su personaje es increíble, o dicho de otra manera, no creíble. Oriana Sabatini muestra algunas dotes interesantes, además de casi emular a Penélope Cruz, la cámara parece amarla. Respecto de lo peor en tanto performance actoral María Onetto recita su parlamento con menos emoción que una ameba..
Retomando displicencias narrativas, volvamos a la cadenita del principio, debería haber sido un objeto Mcguffin hitchcockiano, pero termina por ser sólo un elemento decorativo con propósitos de implicarse en el relato, sin éxito, claro.
Escasea la tensión, el suspenso nunca aparece, el thriller psicológico, padece de superficialidad, no tiene buenas interpretaciones, salvo las nombradas con anterioridad, no hay demasiada coherencia en el relato, pero si demasiados cabos sueltos y ausencia de justificaciones, por lo que los últimos forzados giros de la narración resultan absurdos más que improcedentes.