Perdida

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Ausencia eterna

Anclada en el género policial, e inspirada por el best seller Cornelia de Florencia Etcheves, Perdida (2018), dirigida por Alejandro Montiel (Extraños en la noche), propone un viaje dinámico y consistente hacia la desesperada búsqueda de una joven que desapareció de una manera inexplicable años atrás.

Tras la intimista y lograda Un paraíso para los malditos (2013), Montiel teje los hilos para desarrollar un relato ambicioso, que encuentra en su primera parte la consistencia necesaria para luego desentrañar el misterio tras una joven llamada Cornelia en un viaje de escuela.

En medio de conflictos personales y profesionales, la agente Manuela Pelari (Luisana Lopilato) decide encarar una vez más la investigación que podría dar con el paradero de su amiga, aun a expensas de involucrarse en una siniestra, internacional y gigantesca red de trata de personas. Sin saberlo Manuela, avanza con su idea, enfrentándose a su jefe (Rafael Spregelburd) y compañero de trabajo (Nicolás Furtado), chocando con la madre de Cornelia (María Onetto), pero sabiendo que poco a poco la pesquisa comenzará a dar sus resultados.

Desconociendo sus consecuencias y daños colaterales, Manuela ve cómo los recuerdos comienzan a interpelarla, aunque los mismos son confusos, y, muchas veces son reforzados por otros interlocutores, por lo que nunca sabe si los vivió o no. El rompecabezas comienza a encajar las piezas, y el guion desanda en dos planos la historia de Cornelia, Manuela y el grupo de adolescentes que en la última noche de un viaje de estudio pudo ver a esa joven que permanece hace casi 14 años desaparecida.

El guion construye los personajes con trazos simples pero definitorios, y aún en la rudimentaria presentación de alguno de ellos, potencian la funcionalidad de cada uno dentro del relato. El vestuario los termina por configurar. Los malos son malos, y los buenos son buenos, pero por momentos esa función puede cambiarse, y ahí está la clave de Perdida, la capacidad de no inmovilizar a los actantes, quienes pueden pasar de un bando a otro en cualquier instante de acuerdo a aquello que le toque vivir.

Luisana Lopilato compone con madurez su rol, sale de su zona de confort, y del glamour de las revistas del corazón, al igual que algunos actores secundarios, como Oriana Sabatini (Pipa), una amiga de Manuela que tiene conocimientos de informática y que la ayudará durante los primeros pasos de la investigación. El elenco se completa con una serie de actores extranjeros, que además de potenciar, claramente, la venta al exterior del producto, dotan de cierto cosmopolitismo al relato, destacándose Amaia Salamanca como una siniestra y fría madama, y Cachín Alcántara, como un asesino a sangre fría que no dudará enfrentarse con quien sea para mantener en secreto la red de trata de personas en la que está involucrado.

Técnicamente precisa, con algunas escenas ampulosas y necesarios flashbacks para contextualizar el presente de la protagonista, Perdida es un correcto ejercicio de género, que tal vez precipita hacia el final una serie de giros de la historia, pero que no renuncia a su necesidad de generar un producto nacional de calidad sin traicionar el localismo y hablar de un tema de agenda e interés social.