Hasta que el reality los separe
David Fincher propone en Perdida una película sobre el matrimonio y sus malformaciones, sin una mirada profunda que supere el mero show.
"Soy algo que empacó por error", escribió Amy en su diario. La frase, una de tantas, desgarradoras, conduce la pesquisa hacia Nick, el marido de la mujer desaparecida. El día del quinto aniversario de casados, Amy se esfuma misteriosamente. Perdida, la película de David Fincher, reúne los clichés de varios géneros. Comienza como thriller, sigue con un relato en primera persona, a través de las páginas del diario de Amy; se vuelve una guerra de esposos, una comedia dramática y un reality, sazonado con la crítica a la sociedad que condena y absuelve a los personajes que la televisión entroniza, sentencia y destruye, en pocos días.
La cantidad de datos, pistas y cabos sueltos logran buen ritmo pero van sembrando el terreno de un guion confuso, a fuerza de trucos. El director apunta aquí y allá, sabiendo que siempre pega en algún lado. La dinámica de Perdida supera la impasividad de Ben Affleck en el rol del marido sospechoso y la construcción, que ofrece Rosamund Pike, de la personalidad de Amy.
La película es en sí misma un señuelo. Todas las pistas conducen a Nick, abonadas por la televisión de Missouri que disfruta los puntos de rating provistos por una historia morbosa y con aristas que la conductora del programa de entrevistas distorsiona, manipulando la buena conciencia de la audiencia horrorizada.
Es inevitable contrastar la anécdota de Perdida con tantos hechos reales que conforman estadísticas preocupantes en el mundo, por la violencia doméstica y los femicidios.
La película, que comienza con escenas prometedoras, evade cuestiones de fondo para convertirse en un entretenimiento que juega a las escondidas con la inteligencia del espectador. Dos horas y 25 minutos le llevan al director armar y desarmar varias líneas de acción en torno a la pareja que sufre el desencanto derivado en tragedia.
Como ocurre con este tipo de guiones, cualquier alusión en el comentario se convierte en una mala jugada al futuro espectador. La referencia avanza por terreno minado. Sin caer en la práctica del spoiler, cabe decir que en Perdida todo puede ser de otra manera a la que se muestra.
La relación con los medios masivos y su sed vampiresca de audiencias pone la nota de actualidad y desactiva el drama. En ese sentido, no alcanza con los primeros planos de Affleck. Nick amasa la culpa y el resentimiento, acompañado por su hermana gemela, personaje que cumple una función instrumental, sin consecuencias. En tanto, la británica Rosamund Pike demuestra ductilidad como la mujer que fue la "Asombrosa Amy", una leyenda adorada por las multitudes lectoras y bien gerenciada por sus padres. Su rol va mutando ante los ojos del espectador y pone a la trama la cuota de sangre siempre esperable en estos casos. La fotografía de Jeff Cronenweth hace honor a los detalles, como un ojo que guía al espectador.
Perdida es un culebrón de millones, con figuras taquilleras. Por lo demás, la mirada brutal sobre el matrimonio y sus pactos, en torno a la complejidad humana que construye violencias implícitas queda reducida a una entrevista de televisión destinada a la gran familia americana.