Una de las películas más hitchockianas producidas por Hollywood en mucho tiempo, PERDIDA es ese tipo de pulp fiction que se propone atravesar el género para convertirse en varias cosas a la vez: una mirada crítica sobre la institución matrimonial, la situación económica post-crisis en los Estados Unidos, la locura mediática en la que se vive y, finalmente, sobre los propios mecanismos de construcción narrativa del género. Que el experimentado y talentoso David Fincher haya logrado balancear todos esos elementos tomando un best seller popular en 145 minutos sin perder casi nunca la brújula es casi un milagro. Milagro que, de todos modos, no transforma a PERDIDA en una obra maestra ni mucho menos. Es, sí, una de las películas mainstream más creativas de los últimos años y, curiosamente, una más inteligente que ingeniosa.
PERDIDA es, también, una de esas películas sobre la que no se puede hablar casi nada sin spoilear. Trataré de no contar mucho de la trama aquí y, cuando se estrene –si la película funciona e interesa– abriré como suelo hacer un post paralelo para hablar “libremente” de sus constantes vueltas de tuerca y de su debatido final. Trataré de contar lo menos posible aquí, decía, pero entiendo también que aún sin contar uno está contando desde el análisis temático/estético, por lo cual siempre está la opción de dejar de leer esto y retomarlo cuando vean la película. Son esos casos en los que siento que una crítica no puede hacerle justicia a una película, ya que está limitada a analizarla a medias y un análisis completo revelaría, aún sin hacerlo directamente, muchas cosas de la historia. Ya lo decían en una película del propio Fincher: “La primera regla del Club de la Pelea es que no se habla del Club de la Pelea”.
LA_CA_0826_gone_girlBasada en un best seller de 2012 escrito por Gillian Flynn y que vendió más de 6 millones de ejemplares, PERDIDA es una historia sobre un matrimonio en crisis. O, mejor dicho, sobre la decadencia de un matrimonio en paralelo a la caída económica de los Estados Unidos. Nick y Amy son dos periodistas neoyorquinos que pierden sus trabajos y, a causa de las deudas y de una grave enfermedad de la madre de él, deben mudarse a su pueblo de nacimiento en Missouri sin tener trabajo. Lo que se dice: caída libre. Por suerte para ellos, la familia de Amy conservó algo de dinero (pese a que también están en quiebra), les ponen un bar en el pueblo y con eso consiguen vivir bastante dignamente. Hasta que un día, en el quinto aniversario de casados, Amy desaparece sin dejar rastros.
O, tal vez, nada sea tan así como lo cuentan. En la estructura de narradores paralelos que tiene la película (el presente lo cuenta él, los flashbacks a su historia en común los cuenta ella a través de la lectura de su diario personal), no estaría mal poner en duda algunas cosas. En realidad, la estructura narrativa no hace más que reflejar una realidad: ante cualquier situación que implica a dos personas habrá dos miradas, dos puntos de vista distintos. Para él, las cosas sucedieron de cierta manera y la pareja empezó a tropezar por ciertos motivos. Para ella, las cosas fueron distintas. Ambas, de todos modos, son plausibles y hasta pueden convivir.
La primera hora es, sin duda, la mejor de PERDIDA: es un análisis, en tono de policial de investigación, en donde se pone en primer plano los conflictos matrimoniales que surgen de los problemas económicos, los secretos que las parejas guardan (uno ante el otro y ambos ante los demás) y la imposibilidad casi ontológica de conocer realmente a otro ser humano. Hay algo muy potente respecto a la mirada sobre la cultura norteamericana en esa primera hora del filme, algo que Fincher ha manejado con similar mordacidad en otros filmes: la ambición, la falsedad, las apariencias. Que los medios de comunicación en su versión más “escándalo mediático” aparezcan a reportar el caso eleva todo eso a la enésima potencia: ya nada es sobre “la verdad” sino sobre “la popularidad”. ¿Quién es más simpático? ¿Quién sabe contar mejor, mentir mejor, disimular mejor?
Film Fall PreviewEl centro es, sin embargo, la idea de la crisis y cómo llegamos del idilio al misterio. Nick empieza a ser sospechoso de la desaparición de Amy. El espectador lo ve inocente de entrada, llevado por su punto de vista, pero algunos elementos y pistas que la policía va descubriendo empiezan a dar a entender que tal vez no sea tan así. En ese sentido, la elección de Ben Affleck es perfecta, ya que presenta una especie de “cara de nada” (sonrisa blanda, ojos que no parecen mirar a nadie nunca) en la que cualquier espectador puede proyectar lo que desea. Básicamente, dicho en criollo, no se sabe bien nunca si es o se hace…
Si para él –y para su hermana melliza, gran personaje que sin embargo termina desviando las simpatías de los espectadores de una manera más obvia– es Amy la chica problemática que se fue distanciando y alejando en la pareja, en los flashbacks del diario de la chica (gran elección también es la de Rosamund Pike ya que, al no ser una actriz tan conocida, no terminamos de saber qué puede llegar a hacer o quién puede llegar a ser) las cosas fueron más bien opuestas. De un comienzo idílico, casi de fantasía, todo fue desbarrancando de a poco hasta llegar a ese quinto aniversario, preparado como una fiesta (Nick y Amy hacen siempre un juego de pistas armado para festejar estos eventos) y que termina con la casa violentada y Amy desaparecida. ¿Se fue? ¿La mataron? ¿La secuestraron? ¿Quién es el responsable?
Cuando flashbacks y presente coinciden, promediando el filme, es donde los universos se unirán –también, aparentemente– y la película pegará la primera de sus vueltas de tuerca. El tema seguirá siendo el mismo –con un eje aún más fuerte puesto en el rol de los medios de comunicación–, pero Fincher entrará más en el terreno de la “mecánica argumental”. Si la primera parte del filme se juega en un tono algo más realista (ahí yo imaginaba que Ben Affleck hasta podría haberla dirigido), la segunda será género hecho y derecho, con un interesante nexo entre ambos que deja en claro hasta qué punto las creaciones de la cultura popular (literatura, televisión, cine) tienen un rol en la vida real de las personas.
gonegirlEsa división de la película seguramente dividirá también a los espectadores de acuerdo a su cultura o preferencias cinematográficas. Digamos, simplificando: ¿el cine tiene que ser más como la vida o la vida más como el cine? Aquella frase de Hitchcock (“the cinema is not a slice of life, but a piece of cake”) resuena fuerte en PERDIDA. Pero ahí donde Hitch (o su heredero, Brian De Palma, quien podría haber creado un clásico de clásicos con una trama así en los ’70) tomaban una fuerte decisión por el “juego”, Fincher es más ambivalente: juega, sí (de hecho, la película por momentos es muy graciosa), pero nunca quiere abandonar el aspecto “slice of life” de su cine. Y eso, en la segunda mitad, lo mete en algunos problemitas.
Lo que sí logra hacer el realizador de PECADOS CAPITALES, EL CLUB DE LA PELEA y ZODIACO (sin dudas, su mejor película, y a la vez la más life que cake, digamos) es nunca perder de vista del todo el eje y centro del filme: la idea de la convivencia matrimonial como reflejo de una sociedad construida en base a falsas apariencias. Si bien por momentos este eje acerca al filme peligrosamente a una zona temática cercana a la de BELLEZA AMERICANA, Fincher es menos sentencioso y disfruta del costado oscuro de esa lógica, casi como atreviéndose a plantear lo atractivo que puede ser una sociedad en la que nadie, finalmente, sabe con quien o quienes vive. Como en sus otras películas, sus protagonistas son personajes que conviven con ese lado perverso, no son particularmente simpáticos o amables, y Fincher espera que el espectador los acepte así y trate de entenderlos sin juzgarlos.
gone girl2Y sin embargo, hay algo en PERDIDA que no termina de funcionar del todo bien. Por un lado, da la sensación que Fincher apura el relato para resumir la novela en un tiempo cinematográfico “aceptable” por lo que muchas veces la información vuela por los aires sin permitirle al espectador masticarla lo suficiente. Eso vuelve ciertas actitudes y comportamientos un poco excesivos o injustificados (una larga secuencia con Neil Patrick Harris es, para mí, la que más peca de eso), a la vez que estira al extremo la plausibilidad de los acontecimientos. Da la sensación, en estos tiempos de furor por las series de televisión, que las idas y vueltas de la trama podrían haber fluido mejor en una miniserie de 6, 8 episodios. Aquí, en la última parte del filme, se siente que la complejidad se deja de lado a favor de los mecanismos de la trama, lo cual debilita el conjunto. Pero no del todo ya que, de hecho, para el final Fincher (bah, la propia novela) nos tiene preparados un cierre llamativo que vuelve a poner de manera fuerte, y en primer plano, los temas más ricos del filme.
La parte más pulp (al borde del absurdo, bien genérica, de trama pura) es, curiosamente, la que genera los momentos menos creíbles de PERDIDA pero, a la vez, la que le quita el aire de seriedad dramática que le habría permitido ganar premios Oscars y tornarse una de esas temidas “películas importantes” que nos acechan año a año. Fincher elige, en cierto momento, ir más por el lado ATRACCION FATAL que por el de ¿QUIEN LE TEME A VIRGINIA WOOLF? (otra fuerte referencia de la novela y de la película) y eso la vuelve más caótica, improbable pero también imprevisible. Es “menor” en el sentido en el que AL FILO DE LA MUERTE es menor que ZODIACO o RED SOCIAL, pero también la saca, por suerte, de los peligros de volverse EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON, por citar y relacionarla con otras películas del propio Fincher. Es, finalmente, otra muestra de un cineasta muy talentoso e inteligente que casi siempre parece elegir materiales que están un poquito por abajo de sus evidentemente enormes posibilidades creativas. No sé si eso es una muestra de humildad o, más bien, todo lo contrario.