Perdida

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Entre la paranoia y el misterio

El filme va armándose como un rompecabezas en base a los giros del guión, que desnuda la psicología de los personajes.

Buen sexo, diálogos ácidos y vocación por el riesgo. Parecen ser la pareja perfecta. Pero de pronto se preguntan ¿qué nos hemos hecho? Eso ocurre al inicio del filme y en el quinto aniversario de su boda, ya mudados de la contenedora Nueva York a la sórdida Misuri. Y ya es tarde, porque Nick Dunne (Ben Affleck) descubre que su esposa Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido. Así empieza Perdida, la nueva película de David Fincher (Red Social, La chica del dragón tatuado).

Basada en el best seller homónimo de Gillian Flynn que ella misma adaptó para la nueva película y que vendió 6 millones de ejemplares, Perdida va armándose como un rompecabezas en base a los giros del guión. Y también en base a los puntos de vista. Es una historia de puntos de vista. El de Nick, el de Amy, el de la policía, todos bien desarrollados, con actuaciones secundarias a la altura de un filme que aprovecha cada uno de sus elementos narrativos.

Una historia a veces forzada, exagerada, que reduce la condición humana al carácter de simulacro. El amor que no funciona más allá de las apariencias. Por eso esta oscura psicología de un matrimonio en el que al principio abruman los diálogos perfectos, la ironía, la superficialidad disfrazada de intimidad. No parece ella la clase de chica que va a huir, ni él el marido atormentado por su desaparición. Están corridos sus personajes, pero van encontrando su eje con el correr de las escenas.

Un mundo de mentiras en el que todos estamos invitados a interpretar, a desnudar la psicología de los personajes. ¿Quiénes y cómo son estos dos supuestos misántropos que se muestran diferentes a todo mientras van sembrando pistas de sus propias miserias? Paranoia y misterio.

Perdida es también un manual sobre la reacción de los medios y su manipulación permanente. La sorprendente Amy, que tuvo su profesión armada y digitada por sus padres, la de la escritora precoz que no fue, y la de Nick, un periodista indefinible, que se encuentra a él mismo con el correr de los minutos, los 149 minutos que dura el filme. “La identidad es algo cada vez más escurridizo”, ha dicho Affleck para explicar a su personaje. E invita a reflexionar: ¿Cuánto nos conocemos? ¿Quiénes somos en verdad?

Y como en todo buen thriller, hay condimentos varios. Misterios que vamos desentrañando junto a Nick, que va desarmando su drama generacional junto a los espectadores, la naturalización de los simulacros. Una historia sobre la manipulación de los propios sentimientos, una clase de amor cada vez más frecuente.