Guión y realización compactas, con un elenco sin fisuras y una atmósfera agobiante
Qué linda sensación para el cinéfilo cuando sabe del estreno de un director al cual viene siguiendo. Uno puede ver a lo largo de su filmografía cuales son los temas que ha abordado, y acaso ser testigo de las pequeñas obsesiones del artista en cuestión. En el caso de David Fincher los últimos años lo tienen como un fanático empedernido de la investigación con “Zodíaco” (2007) como baluarte principal. Además, aquella en particular fue la demostración cabal de cómo el espectador, frente a una obra, ve lo que quiere ver o va en la dirección contraria a la propuesta a pesar de las evidencias planteadas desde la acción. “Zodíaco” parecía contar la historia de un asesino serial, pero en realidad el tema era a qué punto se puede llegar cuando la búsqueda de la verdad (en especial si se tiene por vocación, como en el periodismo) se transforma en obsesión, peor aún si crea una dependencia emocional. Algo parecido le sucedía al escritor de “La chica del dragón tatuado” y, por qué no, al desahuciado socio del creador de Facebook en Red Social.
Amparado en el infalible axioma de “todo espectador quiere saber quién lo hizo y por qué”, en ese orden,. El director nos trae su décimo largometraje como para darle una vuelta más al asunto de averiguar cosas. Para no entrar en las capas subterráneas del guión de Gillian Flynn, basado en su propio libro, digamos que “Perdida” es la historia de un matrimonio con más apariencias que realidades. Nick Dunn (Ben Affleck) es un escritor reconocido y de buena posición económica. Luego del llamado de un vecino acude a su casa para descubrir que su mujer Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido. Cosas rotas y manchas de sangre son algunos indicios que tomará la detective Boney (Kim Dickens) para iniciar el procedimiento policial a fin de saber qué es lo que pasó. “Perdida” abre con una escena clave: mientras escuchamos el pensamiento de Nick, “quisera abrirle la cabeza y saber qué piensa”, vemos a una hermosa y sonriente esposa. Luego el relato abre y se cuenta desde dos extremos. Uno es un diario íntimo de Amy que va construyendo la relación entre ambos; el otro es el presente del marido y cómo éste y los medios de comunicación masivos van tomando la situación a medida que los indicios se van solidificando. Ambos extremos son emocionales, pero se van superponiendo en la mente del espectador para que éste también haga su juego de ajedrez a medida que la entrega de la información va trabajando sobre el morbo y los prejuicios, porque hay algo muy claro en todo esto: nada es lo que parece y nadie está exento de usar una careta.
Todos estos elementos funcionan en este gran guión como listones de un cerco en el cual los protagonistas, más que quedar atrapados, caen en su propia red. En especial cuando la prensa entra en acción como elemento crucial de la trama, para lo cual el texto cinematográfico juega a citar a Sartre con aquello de que “el infierno son los otros” en el momento en que Nick o Amy toman la posta en la opinión pública blandiendo estrategias por televisión.
El realizador entiende la importancia fundamental de contar con buenos actores. Las tres actrices, Rosamund Pike, Kim Dickens y Carrie Coon, como la hermana de Nick; ofrecen trabajos superlativos, dignos de nominación al Oscar, algo que suele suceder en la filmografía de Fincher. Respecto de Ben Affleck, ya sabemos que no es un gran actor, pero cuando está bien dirigido aparecen destellos interesantes.
Por su construcción narrativa, con la compaginación de Kirk Baxter, la generación de atmósferas agobiantes (una vez más lo de Trent Reznor y Atticus Ross con la banda de sonido es espectacular), y la notable fotografía de Jeff Cronenweth, sumados a la capacidad del conductor de esta orquesta para dosificar la información en función de la sorpresa a medida que se sacan más trapitos al sol, “Perdida” va trocando de un drama a un policial y se convierte en uno de los grandes entretenimientos del año.