Un roto para un descosido
Glenn Close no fue una actriz conocida hasta el rol de amante despechada en Atracción fatal que definió su prototipo comehombres (reforzado dos años después en Relaciones peligrosas, de 1988) y cabe esperar que lo mismo ocurra con Rosamund Pike, británica actriz de reparto, cuyo protagónico en este film, adaptación de un exitoso best-seller, encarna a una de las mujeres más retorcidas desde aquella Close que hervía conejos. Si se suma a Ben Affleck como el esposo de Pike, un periodista hueco y superficial, y a Neil Patrick Harris como un ex novio acosador, todos bajo el control quirúrgico de David Fincher, Perdida no es sólo otro thriller; es pura dinamita.
Empujado por la crisis, Nick Dunne (Affleck) abandona Nueva York y junto a Amy (Pike) se instalan en su pequeña ciudad natal de Missouri. Tras cinco años de convivencia, meditando sobre la llegada de un hijo, Nick vuelve a su casa del bar que regentea con su hermana gemela Margo (Carrie Coon) y encuentra todas las señales de un secuestro de su esposa. El caso es tomado por dos agentes de policía que, junto a Nick, van descubriendo una serie de cartas que los llevan hacia todos los errores cometidos por el marido, hasta el hallazgo de un diario íntimo que lo compromete como potencial asesino.
Amy tiene algo que cobrarse y la estrategia es exagerada, pero Gillian Flynn, escritora de la novela y también guionista, presenta al caos escandalosamente posible (sobre todo, cuando el caso se vuelve más grotesco con su mediatización). Perdida tiene humor, ingenio, la impecable realización que se espera del autor de Fight Club y Zoodíaco y los tres aspectos se funden en un cóctel atómico cuando Amy busca refugio en Collings, su ex novio. Pero lo que subyace es la mirada de que estas almas descarriadas en el fondo se merecen; que no existen sorpresas en el matrimonio y que no hay desafinaciones al azar.