No fui yo, fue…
El cine de David Fincher se caracteriza por los lazos psicológicos trazados a partir de sus personajes en conflicto, mayoritariamente hombres. Basta mencionar, entre ellos, algunos desarrollados por el cineasta, como las personalidades múltiples, la manipulación afectiva, la perversión, la inclusión de la tecnología en la sociedad y la recurrente violencia retratada en un amplio contenido de su filmografía. Este film es otro de estos casos.
Perdida fue presentada desde sus avances e inicia con la misma premisa de la serie y film El Fugitivo. Hombre casado regresa a su hogar, encuentra muerta a su mujer (en este caso, ha desaparecido), y es inculpado por ello. No es casual que incorpore una pequeña participación de la actriz Sela Ward (que interpretó a la esposa del Dr. Richard Kimble).
Alejándose de la estructura convencional del policial, Fincher brinda una vuelta de tuerca al género a través del uso de la elipsis temporal, en la que quedan evidenciados otros temas que van conformando el desarrollo del film. La relación de la pareja se interpone a los acontecimientos ocurridos y por suceder, marcando así un quiebre en la narrativa. Para avanzar en lo incierto deben conocerse elementos previos a la desaparición, el presente y luego acelerar hacia una poco previsible resolución. Llega el momento en que deja de importar la no comprobada inocencia del posible autor de la desaparición, para dar lugar a una batalla mediática.
La explícita denuncia sobre los medios de comunicación, foco de la inquietante segunda mitad del film, deja inoperantes a personajes sobre los que se había desarrollado y buscado la manera de empatizar con el espectador, como por ejemplo la dupla policial. Se da lugar a otros aspectos que juegan con el suspenso, incluso existe un recurrente tono cómico y satírico en diversos diálogos, que recaen sobre la mejor amiga de la desaparecida o la pequeña participación del FBI.
A años luz de trabajos previos como El Club de la Pelea, Al Filo de la Muerte, Zodiaco y La Red Social, Fincher baja los decibeles, aunque alejado de lo fantástico de Benjamin Button para dedicarse a una relación de pareja, algo inusual en su carrera cinematográfica, apenas trabajada en La Habitación del Pánico.
La violencia es moneda común en Perdida, tanto física como verbal, e incluso psicológica. Los distintos matices y comportamientos no se dejan ver en un principio aunque en el desarrollo, al escarbar sobre el pasado, se deja entrever.
El film de Fincher es por momentos asfixiante, perturbador; juega con el suspenso y luego lo amputa por completo para darnos una moraleja sobre las relaciones conyugales. Y así dejarnos mancos, como el asesino de Mrs. Kimble…