Screwball comedy del infierno
Perdida es una película ambiciosa dirigida por un director ambicioso. David Fincher tiene una filmografía venerada por muchos y despreciada por otros tantos. A veces, cuando decide hacer un juego de perfil bajo, consigue grandes películas. Pero en otras ocasiones, cuando se enreda en su estilo pretencioso y sentencioso, puede tener un traspié. Perdida (título local para Gone Girl) es una película con indudable ambición y con elementos de alto riesgo cinematográfico. La historia que cuenta se va torciendo lentamente (o no tanto, por momentos) para que aquello que comenzó siendo un drama policial, pase a ser un film de suspenso y más tarde una comedia. No es anticipar la trama esto, porque la mayoría de los espectadores no registre claramente este giro y lo vea simplemente como un mamarracho. No lo es, que quede claro, pero sí debe decirse que tan arriesgados cambios de género pueden producir genuino rechazo.
Nick Dunne vuelve a su casa y descubre que su esposa Amy ha desaparecido. No hay explicación para la desaparición y no se sabe si es un secuestro o un homicidio. No hay noticas de Amy y poco a poco el marido sufriente se transforma en el principal sospechoso. La historia comienza a torcerse y mediante el diario de Amy, vamos descubriendo como era la historia previa del matrimonio. Pero la historia se sigue torciendo, intentando jugar con los puntos de vista y con la información que el espectador recibe. Le lleva su tiempo avanzar y es mérito de Ben Affleck que la historia mantenga siempre el interés. Pero claro, queda mucha película todavía y habrá más revelaciones. Avanzar sobre las mismas sería contar la trama. Pero la película busca dar una vuelta osada y no lo consigue.
Como si fuera una screwball comedy trágica, Perdida, es una historia sobre el matrimonio. No es una comedia, pero el humor comienza a apropiarse de la trama. Que no piense el espectador que está loco si siente el deseo de reírse. Es intencional. El tema central es el matrimonio. La pareja. Una amarga y sórdida mirada sobre lo que significa el matrimonio. No es un análisis construido de forma realista, todo lo contrario. Con el policial sobrio al comienzo y con un estilo más Brian De Palma en el la última parte, la película conserva su tema pero falla en la transición. Y falla porque los actores –todos excepto Affleck- se vuelcan a la más ridícula sobreactuación. Neil Patrick Harris hace algo incomprensible, que ni en Saturday Night Live podría tener sentido y Rosamund Pike, soñando con un Oscar, muestra que cuando el director no sabe cómo hacer su trabajo los actores son un verdadero peligro. Aun sin negar lo loable del ambicioso relato, hay que decir que Fincher no consigue el objetivo buscado. Aunque sus admiradores sean incondicionales, la película es demasiado forzada, incluso para ellos.