LA NUEVA CAJA NEGRA
¿Qué pasaría si uno dejara el celular sobre la mesa a merced de todos sus acompañantes? ¿Qué secretos saldrían a la luz? ¿O es que acaso nadie esconde nada? ¿Qué consecuencias traería un desafío grupal de esa índole?
Como lo deja en claro el tráiler, Perfectos desconocidos despliega y combina tres posturas de vida vinculadas al uso de celular: una pública, una privada y una secreta, tres visiones que se mezclan, se superponen o interactúan en cada uno de los personajes y por qué no en la sociedad en su conjunto como rasgo habitual y establecido de la contemporaneidad.
Uno de los aciertos del italiano Paolo Genovese es que no postula juicios de valor, críticas o sentencias frente a un tema tan actual y discutido, sino que apela a otro condimento: la naturalización. De esta forma, lo hace transparente, incitador, travieso, dúctil, pasajero y acompañante de los diversos tópicos que abordan los personajes y de sus estados anímicos.
La película se sostiene, además, a partir del trabajo de dos aspectos: por un lado, la puesta en escena de la conversación, del encuentro entre las tres parejas y uno que asiste solo porque la novia está con fiebre. La misma naturalidad envuelve a los siete participantes desde la singularidad en cada una de las casas, hasta el momento de la reunión. Por ejemplo, la charla de una de las parejas en el auto acerca de si hicieron bien en llamar a su hijo Bruno –que ya tiene 10 años– o el precio de una botella de vino. La charla se desarrolla de manera descontracturada, libre, con una variedad de temas que no terminan de explayarse por el surgimiento de otros nuevos.
Por el otro, el planteo del juego por Eva, psicóloga y dueña de casa. El pedido de exponer la “caja negra” –como bien la definen en el film– consta de dejar todos los celulares sobre la mesa y que cada mensaje recibido sea leído en público y cada llamada atendida en altavoz, sin mencionar que hay más personas escuchando. El tecnológico “verdad/consecuencia” es rechazado en un primer momento por tratarse de un juego absurdo pero, después, no hace más que provocar la intriga y el temor de los jugadores, la adrenalina de exponerse –más allá de lo aburrida o intensa vida de cada uno– o dejarse atrapar por el grupo.
“¿Están diciendo que ninguno de nosotros tiene un secreto?”, pregunta Lele pero la única respuesta que obtiene es el silencio. Entonces y frente a algunas caras de preocupación, cada uno deja su celular sobre la mesa. ¡Hora de jugar!
Por Brenda Caletti
@117Brenn