Permitidos

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Permitidos: una comedia sobre la guerra de los sexos

Con Cara de queso, Mi primera boda, Vino para robar y Sin hijos, Ariel Winograd se ha convertido en uno de los directores argentinos más prolíficos y dúctiles dentro de un género a la vez tan difícil y popular como el de la comedia. Con Permitidos -su cuarta película en cinco años- se arriesga bastante más que en sus trabajos anteriores con resultados no siempre convincentes, pero con múltiples hallazgos que se agradecen.

En principio, hay que indicar que Permitidos tiene conflictos, situaciones, personajes y diálogos más extremos y provocadores que sus films previos. Así, cuando la película funciona lo hace en un terreno mucho más audaz y disfrutable. Pero, al ser un poco menos sólida, menos clásica, menos contenida que, por ejemplo, Sin hijos, sus desajustes, sus lagunas, sus resoluciones por momentos forzadas también se notan más.

Construida al servicio del histrionismo de Lali Espósito , una multifacética estrella juvenil con pocos antecedentes en el cine, pero con facilidad para desenvolverse con naturalidad (hasta se "permite" cantar un bolero totalmente descontrolada en una lograda escena de karaoke), y de la torpeza querible de ese habitual antihéroe que es Martín Piroyansky (a esta altura un auténtico álter ego de Winograd), Permitidos es una película "de concepto" (excelente para el marketing) con varios pasajes de brillo en el ámbito del humor físico y verbal, pero que deja también cierta sensación de insatisfacción por sus desniveles y un desenlace que no está a la altura.

Camila (Espósito), una abogada que trabaja en el estudio de su padre, y Mateo (Piroyansky) son novios ("llevan 8000 años juntos", exageran quienes los conocen, aunque llevan "sólo" ocho) y han empezado a convivir. Una noche, durante una cena con una pareja de amigos (Gastón Cocchiarale y Anita Pauls), surge el tema de los "permitidos", que consiste en contar con el permiso del otro para tener una aventura fugaz con alguien famoso, inalcanzable. Fantasía imposible hasta que... resulta posible. Mateo conoce de manera fortuita a la modelo del momento, Zoe del Río (Liz Solari), y hasta termina pareciéndole un héroe a ella. Unos coqueteos, alguna foto provocadora y las redes sociales (de fuerte presencia y uso algo torpe en la trama) se encargarán del resto. El protagonista se convertirá en un "mediático" felicitado por otros hombres (incluidos su jefe y compañeros en la agencia de publicidad donde trabaja) y odiado por muchas mujeres, Camila incluida, por supuesto.

Así, en medio de esta suerte de guerra de los sexos, la joven herida en su orgullo iniciará una campaña personal que incluirá desde apariciones en talk-shows televisivos hasta un intento de seducir a su propio permitido, Joaquín Campos (Benjamín Vicuña). Hasta aquí el planteo central de un film con múltiples connotaciones sexuales y un lenguaje bastante cargado de insultos que remiten más a la Nueva Comedia Americana (Piroyansky podría ser una versión local de Seth Rogen) que a la que habitualmente se ve en la Argentina. Cuando aparecen personajes más extremos (como la desquiciada líder de un club de fan que interpreta Maruja Bustamante) la película gana en irreverencia y negrura. Cuando transita por carriles previsibles, termina siendo una comedia romántica de rematrimonio más complaciente y tranquilizadora.