La nueva película del director de “Irma Vep” y “El otro lado del éxito” vuelve a contar con Kristen Stewart como protagonista, en este caso interpretando a una mujer que, tras la muerte de su hermano mellizo, empieza a recibir extraños mensajes de texto que pueden venir del “más allá”. Extraña y ambiciosa apuesta de un director que no teme correr riesgos narrativos.
PERSONAL SHOPPER es una película extraña, aún para los parámetros de un cineasta acostumbrado a hacer películas que pueden ser calificadas de esa manera. En cierto modo es un filme que toca varias de las ramas de su filmografía pero apuesta a tocarlas casi todas a la vez, lo cual no es usual. La película de Olivier Assayas es un drama personal/familiar, un thriller internacional, un comentario sobre la tecnología, un juego de géneros y, aún más que en su filme anterior, un relato de fantasmas. Cuando maneja estos temas por separado (o los combina con menores cantidades de influencias), los filmes de Assayas son muy efectivos. Cuando todos se combinan en uno solo los resultados son un tanto más endebles. De todos modos, el director de IRMA VEP sigue apostando por un cine inteligente y audaz, alejado de todo convencionalismo, aún a riesgo de alienar a buena parte de los espectadores y críticos, como se lo hicieron saber con el sonoro abucheo tras la proyección de prensa.
La película podría ser un spin off de EL OTRO LADO DEL EXITO (como aquí se llamó CLOUDS OF SILS MARIA) ya que aquí Kristen Stewart vuelve a interpretar a la asistente de una celebridad. Allí era una suerte de secretaria personal de una celebridad del cine mientras que aquí encarna a Maureen, la “personal shopper” (la encargada de comprarle ropa y buscar sus canjes, en principio) de una estrella de la moda a la que no vemos. Pero esa es apenas una parte de la trama. A Maureen se le murió su hermano mellizo hace unos meses y el hombre trabajaba como medium, comunicándose con los muertos. En apariencia, Maureen también tiene esta posibilidad por lo cual la película abre las puertas de entrada a una comunicación entre ambos ya que ella visita la casa de su hermano a la espera de… señales.
En medio de todo esto la chica empieza a recibir extraños mensajes de texto. Si bien ya es peculiar mantener una buena parte de un relato basándose casi solamente en textos de ida y vuelta entre la chica y un “ID Desconocido” mientras Maureen va y viene con su moto haciendo compras en Gucci y Louis Vuitton, la idea de que los textos puedan venir del más allá (el que le escribe parece saber muchas cosas de ella) le da a la película un aire extraño, casi lynchiano, como si la comunicación virtual que mantenemos vía internet y redes sociales estuviera de algún modo ligada a los contactos con el “más allá”. El mensajero convence y seduce a Maureen a hacer una serie de cosas que terminarán desatando los hilos del relato hasta su posterior y cada vez más extravagante conclusión.
PERSONAL SHOPPER no llega a convertirse en una película de terror, pero juega por momentos allí cerca, en una zona donde lo sobrenatural cobra una fuerte presencia. El choque entre esos elementos y el realismo más urbano del resto de la vida de Maureen genera que sea un filme de difícil entrada: ¿cuán en serio debemos tomarnos todo lo que vemos? Assayas no es un surrealista estilizado a la manera de David Lynch como para meternos de lleno en una trama de película de suspenso desatada de esas que nos hacen abandonar del todo el contacto con lo real. Y esa es la tarea más complicada del filme, una que alcanza a resolver a medias: cómo involucrar a los espectadores en una historia en la que lo sobrenatural está presente en lo cotidiano.
En la zona en la que la película funciona mejor es en el drama psicológico de Maureen, en su relación de dependencia con su hermano, con su jefa y con el misterioso hombre de los SMS. PERSONAL SHOPPER es una suerte de relato sobre la necesidad de una mujer de liberarse de ciertos fantasmas (en uno de los casos, literal) que le impiden ser quién es: la celebridad que no le deja probarse sus ropas y la obliga a correr de acá para allá, el hombre que la seduce a hacer cosas que no debería desde ese otro “más allá” que es un texto en un smartphone y, finalmente, su hermano, que deberá aparecer de alguna manera para liberarla de sus penas.
Es, finalmente, la propia Stewart la que ordena emocionalmente las distintas vías narrativas y tonos del filme. Es una actriz seca y módica en recursos histriónicos, lo cual la vuelve aún más creíble en cualquiera de estas extrañas situaciones. Su rostro perturbado y concentrado, su forma rápida y punzante de hablar (no sé cómo los personajes franceses la entienden, pero eso es otro tema) y su convicción ante las por momentos absurdas situaciones que le tocan vivir hacen que PERSONAL SHOPPER jamás se desbande o se pase directamente al kitsch. Como Naomi Watts en MULHOLLAND DRIVE –una película con la que en algún punto se toca– es la que funciona como medium entre la silla del espectador y los misterios y fantasmas que salen de la pantalla. Sea la grande del cine o la pequeña del smartphone a través de la cual, ¿quién sabe?, algún día podamos comunicarnos con los muertos sin necesidad de mediums ni de ouija boards.