Un psicólogo de mediums
El nuevo film de Olivier Assayas oscila entre el thriller y el terror psicológico; entre lo espiritual y lo material más mundano. Maureen Cartwright (Kristen Stewart) trabaja como personal shopper de Kira (Nora von Waldstätten), vinculada al mundo de la moda de muy alto perfil. Para los que no estén familiarizados con el trabajo de personal shopper, se trata de la persona que va a realizar compras de indumentaria, accesorios y a retirar encargos particulares.
Maureen trabaja allí momentáneamente, ya que se encuentra en medio de un duelo. Su hermano gemelo, Lewis, murió recientemente y ella desea ponerse en contacto con él, ya que ambos hacían prácticas medium con el fin de convocar espíritus y comunicarse con ellos. Mientras tanto su novio se encuentra trabajando como programador en el Medio Oriente petrolero dominado por los jeques árabes, y Maureen espera en París una señal de su hermano.
A medida que avanza el film nos vamos metiendo en un suspenso atrapador. ¿Por qué? La protagonista empieza a recibir mensajes anónimos sospechosos que desafían su conciencia y la ponen en la encrucijada de saber si se estaba comunicando con su hermano o no.
El terror y el nerviosismo se apoderan de la protagonista, que se encuentra muy bien llevada por Stewart. En la nueva colaboración entre Assayas y Stewart luego de Clouds of Sils Maria (2014), la actriz norteamericana logra un gran papel al afrontar un buen tramo de la película actuando en solitario, mientras interactúa con su celular.
El guión también colabora para potenciar ese drama y la incógnita que desea proyectar, lo mismo sucede con la fotografía sombría que contrasta con algunos vestidos de alta costura que se ven. Así, el argumento pasa del terror psicológico al policial con una soltura muy loable.
Pero al avanzar el film, encontramos el problema en el mensaje final y el cierre. Estamos hablando de un film que toma un tema muy debatible, la presencia de los espíritus y su influencia en nuestra vida. Por otro lado, la potencia de las energías y de la vida después de la muerte.
El film abre la discusión y pone en juego fichas fuertes. Más allá del jugueteo y el suspenso con el celular, hay otras situaciones fantasmagóricas más concretas y potentes que perturban a la protagonista, la dejan a la deriva y la obligan a tomar decisiones que van más allá de sus posibilidades.
En ese sentido, Personal Shopper decide no tomar una postura firme. A pesar de exhibir situaciones sobrenaturales y jugar con ese recurso, la posición es más bien ambigua y eso le quita credibilidad al final. Una vez solucionado el conflicto con el celular, la tensión que quedó arriba baja abruptamente y nos deja a la expectativa de algo más. Lo que sucede después, lleva a la protagonista a solucionar su incógnita pero la respuesta que encuentra, si bien la encausa hacia una solución, no conforma ni filosófica ni narrativamente.
No lo hace filosóficamente porque, por decirlo de una forma alegórica, apelar al famoso dicho “no existe pero que las hay, las hay” no puede ser puesto en consideración cuando se decide hacer que un vaso vuele y caiga ante los ojos del protagonista, por ejemplo. Quizás lo más interesante allí es que al tomar la resolución ambigua, el espectador que crea en espíritus verá al film como un mensaje a favor de ellos, y el que está en contra también vea en el film una visión agnóstica respecto a los fantasmas, o si se quiere, lo verá como una metáfora de lo que ellos significan.
Respecto a lo narrativo, al resolver el conflicto del celular, la tensión baja y la espera por un nuevo giro más contundente queda en la nada. En definitiva, Personal Shopper se disfruta bien hasta que llega hasta su punto más alto y cuando plantea el debate, tira la piedra y esconde la mano.
Por Germán Morales