Assayas, aunque con altibajos, sigue siendo uno de los realizadores más interesantes del cine europeo de las últimas décadas. Aquí narra una historia doble: por un lado, el de una joven norteamericana que se ocupa de las necesidades de ciertos ricos europeos; por el otro, el de un esperado encuentro sobrenatural y un contacto con fantasmas. Ambas líneas se cruzan de un modo libre y convincente, y el film se transforma poco a poco en un juego imaginativo. Lo más interesante es que, lejos de pertenecer al género del terror, sí nos obliga a pensar respecto de la muerte como algo que nos rodea y nos espera, pero no desde la pena o el miedo, sino desde la posibilidad. Al mismo tiempo, le permite a Assayas cuestionar las razones mismas del cine, su pertinencia y lo que puede hacerse con él. Hay una ternura rara en esta película. En ello, reside su belleza.