Promediando los primeros diez minutos de Personal shopper, el desconcierto está instalado. ¿Qué es esto que estamos viendo? Película de casi única actriz, la magnética Kristen Stewart, en nueva colaboración con el francés Assayas, esta es la historia de Maureen, una chica ensimismada y seria que vive de elegir y comprar ropa para una celebrity a la que apenas ve, mientras espera una señal del más allá que le envíe su difunto hermano gemelo, Lewis. Maureen, como su hermano, tiene una malformación en el corazón, a pesar de lo cual fuma, y a pesar de lo cual el médico le dice que puede vivir hasta los 100 años. Y como su hermano, Maureen dice ser medium. El desconcierto es mayor, claro, apenas hacen entrada los efectos especiales. De fantasmas.
La chica va y viene en moto por París, buscando vestidos de Chanel y joyas de Cartier para su clienta, pero sólo espera el momento de quedarse sola de noche, en un caserón alejado, para conectarse con el hermano muerto. En esta propuesta extraña, de realismo fantástico, la cámara de Assayas parece atrapar cada movimiento de su estrella, un personaje contemporáneo, autoabastecido, cuyas pocas relaciones son más bien comunicaciones, a través de una mac o un iphone. En su segunda mitad, Personal shopper suma intriga, aunque con recursos algo forzados, como un misterioso seguimiento -presencia- por chat y revelaciones psicológicas algo pueriles. En el mientras, sin embargo, es bien atractivo el ir y venir de la melancólica protagonista por magníficos interiores, atelliers glamorosos y eurotrenes. Al punto que la disparatada premisa original termina por lucir su extravagancia como forma de originalidad y hasta de osadía.