Con John Woo la cosa habría sido distinta
Si hubiera caído en manos de John Woo, Personalidad múltiple pudo haber sido otra Contracara. Pero en lugar de tratar el disparate con más disparate, que es lo que debe hacerse, los realizadores suecos Joel Bergvall y Simon Sanquist intentan disimularlo. El resultado no podía ser otra cosa que lo peor de ambos mundos: un disparate carente de locura, de insolencia, de imaginación.
Bergvall y Sanquist llegaron a Hollywood de la mano de su ópera prima, lanzada aquí en DVD con el título Invisible. Como lo haría más tarde y con mucho más talento su compatriota Tomas Alfredson en Criatura de la noche, en aquella película ambos trataban la angustia adolescente por vía del fantástico, trayendo del más allá a un tímido chico de secundaria que, convertido en fantasma, se vengaba de los pesaditos del cole. Seguramente en vista de ese antecedente, en Hollywood les ofrecieron un guión basado en el viejo truco del hermano malo que toma posesión (o eso parece) del hermano bueno, ocupando su lugar y seduciendo a su esposa. Escrito por un tal Michael Petroni, el guión está tan sobrecocido que, para producir ese intercambio, hace chocar a ambos hermanos (¡uno contra otro!) en un accidente automovilístico, en medio de un camino despoblado.
De allí en más, Roman (el malo) da signos de haberse convertido en Ryan (el bueno), mientras éste permanece en coma. Con buen tino, Jess, esposa de Ryan (Sarah Michelle Gellar, única actriz conocida del elenco) se resiste a creer el visible disparate (que la película insinúa explicar por la fusión de la sangre fraterna, en el momento del accidente). Hasta que termina optando por el dale que va, y se entrega al odiado cuñado. Da la impresión de que a los directores suecos ni se les pasa por la cabeza tratar semejante disparate de un modo que no sea serio. Con lo cual no sólo anulan la única salida posible para la película, sino que le quitan al espectador toda posibilidad de diversión. Además de en términos de entretenimiento, Personalidad múltiple es aburrida incluso intelectualmente. Porque el maniqueísmo debe ser la más plomo de las concepciones filosóficas, y si en algo se basa esta película es en diferenciar sin matices al malo del bueno, anulando toda posibilidad del más mínimo contagio entre ambos. ¿Y Sarah Michelle Gellar? La reina del aburrimiento facial, sin duda.