¡Eutanasia ya!
Personalidad múltiple pretende amalgamar el fantástico con el thriller y el melodrama romántico. Y lo único que consigue es una reidera película donde todo falla sin remedio.
Un matrimonio joven completamente feliz y enamorado. Ella viviendo entre rosas mientras su esposo atento a sus requerimientos la llena de regalos y felicidad. Pero de repente deben albergar en el hogar dulce hogar al hermano menor de él que, ex convicto, enturbiará la alegría con su sola presencia, sus malos modales y su maldad explícita. Un día ambos hermanos sufrirán un accidente y quedarán en coma. Tiempo después el cuñado se recuperará pero ahora se muestra como el amantísimo cónyuge, actuando cariño y dando evidencias de ser quién dice ser a pesar de su apariencia. ¿Podrá ser viable una transferencia de cuerpos y almas? ¿Algo puede haber ocurrido en ese accidente que hizo que el cambio de personalidades fuera posible?
Con semejante premisa Personalidad múltiple (remake yanqui de una película coreana: Addicted) pretende amalgamar el fantástico con el thriller y el melodrama romántico. Y lo único que consigue es una reidera película donde todo falla sin remedio. El suspenso se ve venir antes de acomodarnos en la butaca. Todo lo que suponemos puede ocurrir, ocurre previsiblemente. El guión hace agua y los actores no saben qué hacer con los parlamentos exigidos y las situaciones construidas. Una trama disparatada se toma con una seriedad propia de mejores causas. Exagerando, podríamos decir que si los cuñados se tenían ganas no era necesaria tanta vuelta.
Difícilmente podamos rescatar algo de semejante producto. Aunque esperemos confiados hasta el último fotograma esperando un giro, una sorpresa, una idea que nos permita decir que no hemos perdido el tiempo inútilmente, será en vano. Y Sarah Michelle Gellar este año, en las pantallas argentinas, ha hecho un doblete de pesadilla primero con Verónika decide morir y ahora con esto.