Estupideces múltiples
Uno intuye que algo anda mal en Personalidad múltiple cuando en la primera escena Jess (Sarah Michelle Gellar) llega a su casa, una puerta está sospechosamente entreabierta y, tras efecto de la banda de sonido, entra el perro. No sabemos bien quién es la protagonista, no conocemos su vida, no entendemos qué pasa, pero los directores suecos Joel Bergvall y Simon Sandquist casi que nos obligan a tener miedo, a temerle a algo a lo que no podemos temerle por la sencilla razón de que no generamos todavía un vínculo con la historia, algo básico del thriller o del cine de terror. La noticia mala es que las cosas, de ahí en adelante, irán cada vez peor. La buena, es que esto dura apenas 80 minutos.
El asunto es el siguiente: Jess está casada con Ryan (Michael Landes) y ambos conviven con Roman (Lee Pace), hermano de él y ex convicto, golpeador de mujeres, irascible, provocador con su pobre cuñada y, además, fumador empedernido de la clase de malo-malo, que fuma desnudo en la cama mientras charla con su amante, a la que obviamente golpea. Un día ambos chocan entre sí con sus vehículos, entran en coma, pero el que revive milagrosamente es Roman aunque con los recuerdos y la cabeza y los modos de Ryan. Y no sólo eso, además asegura ser el esposo de Jess. El conflicto, pues, pasa a la dama que tendrá que creerse el cuento, dudar de Roman o pensar en algo sobrenatural.
Digamos que más allá de lo absurdo que parezca esto, bien podría la trama de Personalidad múltiple convertirse en un disparate de entrecruzamientos y sorpresas. Pero los directores Bergvall y Sandquist -autores de la original Invisible, que luego haría en Hollywood David S. Goyer- para algo son suecos, y se sabe que los suecos, de Bergman para acá, nunca se toman nada demasiado a la chacota. Son serios, fríos, distantes. Y se aplican a la historia con un rigor de thriller psicológico, aunque incurriendo en todos los clichés habidos y por haber para generar un suspenso que nunca llega porque, efectivamente, esta es una remake de un film coreano y, los asiáticos, son especialistas en mezclar los géneros hasta los límites del grotesco y siempre salir bien parados. Personalidad múltiple es básicamente un melodrama romántico con aspecto de film de terror. Los directores nunca se dieron cuenta del ridículo de la premisa y así les quedó esto.
Para ser honestos, Personalidad múltiple es tan mala que es esa típica película a la que al crítico le gusta pegarle y destrozar aplicando todo el cinismo del mundo. Pero en este caso no sólo es fácil pegarle, sino que es necesario. Con sus recursos de thriller berreta -sobre todo la música que convierte cualquier hecho trivial en un peligro latente-, con su guión que obliga a los personajes a cometer cualquier estupidez, con sus arbitrariedades y su humor involuntario, con sus actuaciones inconsistentes y desganadas, Personalidad múltiple es lejos de lo peor del año. Y eso que sólo nos aplicamos a su escaso interés como film de suspenso y no hacemos ninguna lectura sobre el rol de la mujer y su aspecto social. No es necesario porque, sencillamente, su ineficacia la convierte en un producto inofensivo. Como dirían en el barrio, una soberana pelotudez.