Ganadora del premio a la mejor película de la edición 2016 del Festival de Mar del Plata, esta pequeña pero sorprendente y atractiva opera prima que protagoniza la propia directora se centra en los conflictos personales y sentimentales de una joven israelí de veintipico.
Una de las pequeñas sorpresas de la competencia marplatense de 2016 (de la que terminó siendo ganadora) es esta opera prima israelí centrada en la vida de Joy, una chica de veintipico que acaba de romper con un novio y no parece poder del todo salir de ese malestar. Se reencuentra con un amigo, conoce a otros chicos, tiene sexo con algunos de ellos, sale a tomar algo o a bailar, pero por algún u otro motivo ninguno de estos nuevos intentos por relacionarse parecen llegar a buen puerto, o a entusiasmarla, o a entusiasmar a la otra persona.
A lo largo de esta episódica pero muy certera y ajustada opera prima de apenas 70 minutos, Joy irá intentando modificar su forma de relacionarse con otros, ser menos “apegada” y más libre como su amigo Nir, que parece vivir su vida con menos preocupaciones por el que dirán y frustraciones posteriores. Joy será entonces más cruel y casual (un potencial roommate es una de sus “víctimas”), pero tampoco le es del todo natural. Y encima está el “fantasma” de su ex que no le contesta los mensajes y que sigue “cibercirculando” por su vida.
Protagonizada por la propia directora, PERSONAS QUE NO SON YO presenta la situación de una chica de veintipico en Israel, situación que con mínimas diferencias, podría reproducirse en cualquier ciudad occidental. Y esa precisión específica a la hora de describir la vida sentimental y sexual de Joy la vuelve universal ya que esos detalles (esa conversación incómoda, ese SMS mandado antes de tiempo, esa relación sexual frustrante y ese dolor latente) son elementos que se comparten en distintas geografías y a través de las generaciones de similar manera.