A un año de su estreno en el Festival de Cine de Locarno, Suiza, la ópera prima israelí de la directora y actriz Hadas Ben Aroya sigue en cartelera. El largometraje ganador del Astor de Oro a Mejor Película en la 31ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata es una historia lineal, sin mayores pretensiones que acercar al espectador vida de una joven de 25 años, Joy, oriunda de Israel que sufre un desamor. La trama es espejo de la psiquis de una generación narcisista donde prima la soltería, el sexo, las drogas y el rock & roll en detrimento al compromiso sentimental y la plena entrega hacia el amor. Joy transita un intento de superación personal para dejar atrás el pasado y superar la separación de su ex con quien convivía y pone en tela de juicio la moral. Se enfatiza el lapso de soltería y frenesí hasta el hartazgo y, como consecuencia –cual garrapata-, intenta una y otra vez ligarse a su ex porque entiende que no puede estar sola. De este modo, a buena hora, se propone en 80 minutos una reflexión y enseñanza de vida al público frente a los mitos del amor y fetiches sexuales.
El guión es arbitrario y monótono. Posiciona a la mujer en un rol que es la antítesis de la imagen moderna e independiente por la que lucha América Latina. Sin embargo, el mensaje es potente: la liga a un pasado nefasto e involución personal que denota la subjetividad alarmante de Hadas Ben Aroya frente a su actual contexto. Resulta interesante que la directora, ganadora de Mejor Cortometraje en el Shanghai Film Festival con su primer trabajo, Sex Doll (2013), incursione en el rol protagónico y sea vocera de sus emociones.
Los diálogos entre los personajes ponderan para enfatizar que el hombre no está a la altura intelectual ni sexual de la mujer. En efecto, su compañero de elenco Yonatan Bar-Or a quien intenta seducir a toda costa mientras descubre la frivolidad del hombre ante el amor deja al desnudo tabúes pocos convincentes para la época vigente. La fantasía de encontrar el equilibrio adolescente rememora la comedia romántica de Gary Winik: Si tuviera 30 (13 going on 30, 2004) protagonizada por Jennifer Garner, Mark Ruffalo y Judy Greer, que a su vez se inspiró en Big (Quisiera ser grande, 1998) de Penny Marshall protagonizada por Tom Hanks. No obstante, encuentra vuelo propio cuando Joy elige un mal camino y queda envuelta en un universo utópico del cual intenta salir con éxito… ¿Logrará superar esta sensación?
Personas que no soy yo (People That Are Not Me, 2016) propone una revisión ética como motor del accionar humano. Es espejo de una sociedad plagada de complejidades y situaciones no resueltas donde la puesta en escena eficiente es el contrapunto de las situaciones tragicómicas adolescentes y gags que forman el arco actoral. Aquí, al igual que la vida misma, la banda sonora a cargo de Yuval Shenhar y la excelente fotografía de Meidan Arama dan ritmo al metraje y elenco que intenta incesantemente nadar en un mar de inseguridades y salir a flote.