La película rusa dirigida por Pavel Sidorov hereda el estilo del cine de terror norteamericano y sumerge a la joven protagonista en una suerte de sueños oscuros de los cuales no puede escapar.
Pesadilla al amanecer comienza en 1999 con una escena prometedora para pasar luego al cumpleaños número veinte de Sveta -Alexandra Drozdova-, la chica que arrastra pesadillas y presencia el suicidio de su hermano.
Con esta estructura, la película intenta recorrer luego una serie de obstáculos oníricos que no siempre dan en el blanco. A la inexpresividad de los intérpretes, se suma la mezcla de realidad y mundos aterradores, y la conexión de Sveta con el Instituto de Somnología que la sumerge, junto con otros pacientes, en un sueño colectivo lúcido. Y los problemas comienzan cuando ellos despiertan. A veces, el remedio es peor que la enfermedad.
El film acumula algunos sobresaltos a lo largo de una historia que no siempre funciona y pone el acento en el logrado tratamiento visual, entre túneles y un laboratorio. El relato va de manera descendente, hereda lo peor del cine norteamericano de género y no puede remontar la atmósfera plasmada en el prólogo.
A lo largo de la trama desfilan personajes amenazantes -nunca falta el martillo- y monstruosidades varias pero el suspenso no aparece, y tampoco contribuye a generar la atmósfera adecuada la vuelta de tuerca final.