Analfabetismo audiovisual como experiencia extrema, y ni siquiera risible. Cine tomado con una desidia alarmante: incapacidad para narrar, encuadrar, montar, actuar, dirigir. Musicalización e imágenes arteras para intentar aterrorizar por unos instantes fugaces, pero ni eso... la impericia se impone.
Arbitrariedades cobijadas bajo pesadillas y sueños colectivos -porque la "protagonista" tiene unas tragedias familiares que se relacionan con los sueños, digamos-, todo tratado con un nivel de los que no suelen verse por más que uno se exponga con frecuencia al mal cine de terror. Pesadilla de Wes Craven podría haber sido citada, pero este bodrio ruso es impermeable al conocimiento.