Pesadilla al Amanecer, cautivantes visuales para una historia que no lo es tanto.
Estamos habituados a ver cine de terror de todas las latitudes: Francia, Inglaterra, muchas veces España, pero casi siempre Norteamérica. Sin embargo, desde hace un par de años el terror ruso empezó a decir presente en las salas argentinas con premisas universales y, cuando autóctonas, por lo menos claras en sus intenciones narrativas. Pesadilla al Amanecer es clara en su premisa, pero su desarrollo es otro cantar.
Niveles de Sueño
Si hay algo que concederle a Pesadilla al Amanecer es que tiene una estética visual cautivante, tanto para sus interiores como para sus exteriores. La fotografía tiene una enorme riqueza de composición de encuadre, mientras que la dirección de arte presenta un rico balance de colores que van de los verdes a los rojos. Hasta me animo a decir que se debe felicitar al encargado de locaciones, porque el descomunal edificio que alberga a la clínica del sueño en la que transcurre la película es fantasmagóricamente intimidador.
El empeño puesto en sus visuales sería encomiable si no fuera porque su narrativa no está necesariamente al mismo nivel de detalle. Es una historia con claras bases emocionales (la culpa, particularmente) que no son aprovechadas, a causa de un deseo constante de la narración de parecer más compleja de lo que es. Se entremezcla una sincronía de sueños a lo Inception con historias de sectas y fantasmas.
Los obstáculos están presentes para dotar de cierto dinamismo a la acción, pero no necesariamente proveen un avance en lo que al crecimiento de la protagonista refiere.
Los personajes secundarios también parecen una cuestión medio puesta al voleo. ¿Tienen actitudes idiosincráticas? Si ¿Su relación de opuestos hace moderadamente interesante lo que se está viendo? Puede ser. Si esta película los tuviera a todos como un grupo, otra podría ser la historia; pero como son secundarios funcionales a una protagonista establecida, se nota que el guion se acuerda de darles una personalidad demasiado tarde, cuando el espectador ya tiene asumido, por cuestiones de género y lo lúgubre de la locación, que son carne de cañón. El cariño u odio por los personajes toma tiempo y se tiene que cosechar de entrada, sino al espectador le va a dar igual su deceso. Cuando eso pasa, no es para nada una buena señal.
A esto tenemos que sumarle pequeños detalles de predictibilidad en su primer acto. Una predictibilidad que se activa casi por instinto al oír diálogos que pecan de informativos. Cuando se cuenta y no se muestra, se tiene que ser medido con los riesgos. Está perfecto el tener al espectador al tanto de todo, pero no a costa de la sorpresa.
Pesadilla al Amanecer, de Pavel Sidorov, trata de sobrellevar esto aportando actuaciones sobrias: nada que sea trascendental o conmovedor. Se aprecia la sensación de terror, pero no va más allá y no hay mucho que los intérpretes puedan hacer sin claridad de ideas, algo con lo que este guion lucha, pero no consigue ganar.