Volver a empezar
El único miedo de las películas de miedo actuales es el de perder plata, que tienen los que las hacen. Por eso van a lo seguro, a lo conocido, sin darse cuenta de que si hay algo con lo que es imposible asustarse, es justamente con eso. A lo largo de ocho películas la audiencia llegó a familiarizarse hasta tal punto con Freddy Krueger, que sus hacedores terminaron, en las dos últimas de la saga, tomándoselo a la chacota y parafraseándolo. Quince años más tarde todo vuelve a empezar de cero, como si nada, con lo que apunta a inaugurar una modalidad temible: la remake no de una película, sino de una saga cinematográfica entera. Bienvenidos al imperio de lo familiar, con Pesadilla en la calle Elm, remake de la primera de todas. ¿Primera de la nueva serie? La recaudación de la semana de estreno en Estados Unidos indica que así será. Así que a prepararse para no asustarse.
Lo mismo que antes, pero para una nueva generación (la original es de 1984, prehistoria pura para los chicos de 20), la nueva Pesadilla es básicamente un calco de la vieja, con Freddy luciendo los mismos dedos de cuchilla, el mismo sombrero, el mismo pulóver a rayas, el mismo rostro de prepi-zza. La premisa sigue siendo la misma: el tipo te persigue en sueños, así que más vale no te vayas a quedar dormido. El café no alcanza, razón por la cual uno de los chicos aporta las anfetas que le recetó el médico (ya se sabe: los médicos yanquis curan los trastornos de personalidad con pastillas). Uno se duerme y es atravesado, a otra le va mal en la cama (no en sentido sexual sino mortal; todo es aquí tan casto como en la saga Crepúsculo) y finalmente queda una parejita, que se prepara a resistir con pastillas y una espada. Las escenas de mayor espectacularidad están clonadas de la original: la pared blanda que se adapta a la forma del monstruo, una chica que se revuelve en el aire como Linda Blair, la escena del baño de inmersión con las manitos asomando. Una pregunta: ¿Cómo puede ser que una de las víctimas grite en sueños, y sin embargo no se despierte? Efecto de las pastillas, tal vez.
Consecuencia de la repetición, todo es mucho más mecánico y rutinario, todo asusta menos. Con la excepción de un par de degüellos (uno al comienzo, otro al final), el gore está tan expurgado como el sexo. Hablando de sexo y en consonancia con los terrores de la época, además de vengador (culpa de los padres de los chicos), Freddy es aquí abusador infantil. Al monstruo lo encarna Jackie Earle Haley, un tipo que a cara descubierta mete miedo (ver Watchmen, La isla siniestra) y con máscara de Freddy, paradójicamente no.