Pesadilla en el infierno es otro exponente de la escuelita de cine misógino que caracteriza la filmografía de Pascal Laugier.
Un realizador que en la primera década del siglo 21 formó parte de la corriente del terror extremo europeo que brindó numerosas películas perturbadoras como Alta tensión (Alexande Aja), Frontiers (Xavier Gens) y El interior (Julien Maury).
De todas esas producciones la más fuerte fue probablemente la obra de Laugier, Martyrs, que tenían un nivel de sadismo y violencia que en el momento de su estreno generó mucha polémica.
Su nuevo trabajo presenta un thriller psicológico que tienen los elementos clásicos de sus historias.
Laugier por lo general trabaja con personajes femeninos que suelen ser mujeres débiles, que están al servicio de los villanos de turno para ser torturadas y violadas en situaciones de violencia extrema.
Esta película no es la excepción y cuando un psicópata ataca a una de las protagonistas no basta con que la golpee sino que el director tiene que mostrar en detalle como el rostro de la joven se transforma en una masa de carne deforme.
Si bien este film es mucho menos sangriento que Martrys ese regodeo del cineasta por el sadismo está presente en su nueva producción y eso podría resultar chocante para algunos espectadores.
La paradoja de este estreno es que encuentra sus mejores momentos cuando evade las situaciones de tortura porno y se concentra en los aspectos psicológicos del conflicto.
Laugier en este caso logra construir con solidez el misterio de la trama con dos líneas argumentales paralelas que se desarrollan en el pasado y el presente. Una fórmula que resulta efectiva para mantener el suspenso a lo largo del film.
También se luce el excelente trabajo en el diseño de producción de la casa en la que ambienta la trama, en la que se nota una clara influencia de La masacre de Texas de Tobe Hooper,
Los decorados y el trabajo de fotografía de Danny Nowak consiguen crear una atmósfera tétrica muy sólida que convierte al escenario principal en un lugar claustrofóbico y aterrador.
Por otra parte, las interpretaciones de las dos protagonistas, Emilia Jones y Taylor Hickson son muy buenas y generan que los momentos más intensos sean incómodos de ver.
El problema con el cine de Laugier es que el director no puede evitar excederse con las situaciones de violencia que impiden disfrutar a fondo la historia.
Me refiero a los típicos momentos del cine de explotación de los años ´70, que Lucio Fulci solía filmar en Europa y que el cineasta francés convierte en escenas trilladas de mal gusto.
Pesadilla en el infierno se ve afectada por esta cuestión, además de un giro sorpresivo que se vuelve predecible debida a las numerosas películas que trabajaron el mismo concepto en el pasado.
No obstante, los amantes del terror extremo probablemente la disfrutarán con más entusiasmo que aquellos espectadores que no comulgan demasiado con este tratamiento del género.