Desde un comienzo resulta difícil adentrarnos en el cine de José Glusman, un director de pocas referencias, reconocido por algunas actuaciones, pero que en lo referido a realizaciones poco tiene en su haber. Quizás la cinta Domingo de Ramos, filmada en 2010, sea la más próxima a modo de contextualizar, comprender si tiene alguna tendencia, y sin obviar que en esta película previa, existe en el eje narrativo cierto enfoque al género thriller, como punto en común.
En Pescador, la historia gira alrededor de Santos, personaje llevado a cabo por el categórico Darío Grandinetti, un hombre enigmático, solitario, naturalmente ermitaño, al que parece imposible sacarle una palabra, y da la sensación de estar más que satisfecho con la compañía de los peces, la playa y el mar, que de cualquier ser humano. La llegada de los tres jóvenes, con la idea de abrir un negocio en la zona, en un principio parece resultarle indiferente, aunque de manera inevitable, la proximidad llevará a una sucesión de encuentros.
Franca, interpretada por Jazmín Esquivel, la única mujer en el nuevo grupo, logrará en forma progresiva acercarse a Santos, con la excusa de un supuesto interés por la pesca. De algún modo, la joven obtendrá la confianza de aquel hombre solitario, y hasta podrá generar un vinculo amistoso, que con el transcurrir del metraje, derivará en una relación de mayor profundidad.
Pero la historia de Santos no parece limitarse a la pesca, ya que mediante escenas breves, y de referencias escuetas, sale a flote un suceso del pasado, que quizás fue el justificativo que llevó al protagonista a recluirse de todo. En este fragmento del film, se dará un encuentro con una abogada (Gigi Rúa), que remite a un amigo preso (Emilio Bardi), y una historia previa de la cual poco se sabe, y el director se encargará de contar lo menos posible, e ir dosificando información sobre la misma, a medida que la cinta se aproxime a su desenlace.
Glusman logra captar cierta esencia, ciertos climas, a la hora de enfocar la playa, el mar, y todo lo que representa un clima pacífico, solitario, pero acogedor. La música, expuesta por momentos en forma atípica, complementa esa intención, y otorga cierto lirismo. No obstante, en lo referido a la historia, las acciones se quedan truncas, los diálogos no terminan ni de reforzar, ni de cerrar ninguna clase de idea, quedando generalmente a medias, y por momentos el film mismo navega en la intrascendencia, tornándose innecesariamente denso.
Si bien algunas escenas, cooperan a la hora de reforzar el entramado del relato, otras parecen haber sido hechas sin la convicción necesaria, o son directamente inocuas, de poca relevancia y no ayudan en la comprensión misma de la cinta. Al finalizar la misma, y aún considerando su cierre, queda la sensación de que las dos líneas narrativas de la película en cuestión, nunca logran fusionarse del todo, yendo cada una por su lado, quizás hasta con cierta carencia en el mismo equilibrio de la narración.