Con la Violencia no alcanza
Una excusa banal, una estructura televisiva errática (de pronto responde a la estructura de un programa de TV, de pronto se olvida de tal estructura y recorre otros caminos), una presencia excluyente, la de Diego Capusotto, y un director que parece desconocer las reglas narrativas del cine. Todo ello compone esta pobre, pobrísima performance del personaje, actor, mito, que ya es -a propósito de sobrados méritos- Peter Capusotto.
Pretendiendo analizar la cuestión del entretenimiento en el espectáculo postmoderno, Violencia Rivas, la cantante pop de la izquierda setentista, recorre pequeñas historias a través de las cuales, se supone, demuestra la decadencia de la sociedad burguesa.
Lo que acontece en la pantalla (sería bueno entender cuál es el sentido de utilizar el 3D en esta película) no es sino una serie de sketches compuestos para los personajes ya conocidos a través del conocido programa de televisión. Y finalmente de eso se trata, de un programa de televisión de 90 minutos, ya que se usa el cine del mismo modo que la pantalla pequeña, con el agravante que para ello se alargan hasta el hartazgo algunos episodios (por ejemplo el de Micky Vainilla, que es de lo peorcito).
Saborido, el director, ha demostrado ser un excelente socio para el actor en la construcción de personajes y en la escritura de guiones. Sin embargo, carece de todo conocimiento de las reglas mínimas de la narración en el cine (ritmo, uso de los planos, montaje, uso de los escenarios, puntos de vista).
Obviamente algunos de los gags tienen la impronta del humor desopilante al cual nos tiene acostumbrado Capusotto, y despertarán eventuales carcajadas. Pero la película está lejos, muy lejos de tener algún valor cinematográfico. Carece de toda sorpresa e innovación (una de las claves de los trabajos de la dupla). La pregunta es: ¿para qué?