La libertad de ser un pelotudo
Hace unas semanas comenzó a pasarse en los cines un corto (o spot) en el que Violencia Rivas enumeraba aquellas cosas que la gente pelotuda hace en los cines (comer ruidosamente, hablar, atender el teléfono) para terminar con una recomendación al respecto de esa última conducta: apaguen los celulares. Ese micro funcionaba además como una especie de trailer de Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones. La película trabaja con la misma lógica del programa del televisión y allí radica su mayor virtud y su mayor problema.
La virtud está en saber trasladar al cine eso que funciona muy bien y que se ha convertido en un programa de culto, especialmente gracias a YouTube. El personaje de Violencia (uno de los grandes hallazgos de la última temporada de Peter Capusotto y sus videos) es quien organiza un poco el relato. La película se presenta como una crítica hacia el entretenimiento desde el entretenimiento mismo, pero el foco se pone en la televisión. Violencia presenta distintos segmentos (los capítulos de esta tesis crítica) temáticos a los que se les corresponde un personaje, por ejemplo, el segmento titulado “El entretenimiento como propaganda política” está protagonizado por Bombita Rodríguez. La separación sintáctica de cada episodio, el punto seguido de la narración (lo que en los programas hacían los videos), se da por medio de falsos spots publicitarios o las reflexiones de Violencia. Es justo mencionar que aquellas cosas nuevas fueron las que arrancaron más carcajadas en la sala y terminan siendo los momentos que mejor funcionan, cortitos y al pie, especialmente las publicidades (como la del “Gobierno de la Ciudad del Orto” en la que un intendente canchero y de bigotes te avisa lo que están “haciendo” y que asfaltaron la calle poronga o remodelaron la plaza la concha de tu madre, que despertó aplausos en la sala; o la de la “Terapia patriótica musical”, muy acorde a estos días malvineros). La crítica a todo aquello de lo que ya se burlaban Saborido y Capusotto en la televisión se mantiene con el mismo esquema de reducción al absurdo y sigue funcionando.
Pero el problema también radica en que es mucho de lo mismo. Y no me refiero a la repetición de la fórmula o personajes sino a la duración. Lo que en el programa se contaba en unos pocos minutos, en la película se extiende y remata demasiadas veces, el chiste parece un electrocardiograma, oscila: te reís de algo y entrás en una meseta, te volvés a reír. Se remarca todo con la sensación de que el tiempo se estira (¿cuántas veces necesitamos oír los comentarios racistas de Micky Vainilla?). Claramente hay sketchs o personajes que gustarán más o menos según el sentido del humor de cada uno, porque en eso se apoya toda la película, en el humor per sé (que no hace falta aclarar que es muy bueno). Formalmente, poco se arriesga, aunque se note un mayor despliegue en la construcción de decorados, la puesta en escena es básicamente la misma que la de Peter Capusotto y sus videos. Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones? De la tele y un poco más llevados al cine. Los que disfrutaban del programa invariablemente disfrutarán de la película. A pesar de que a algunos se nos hagan un poco largos los sketchs, la dinámica episódica te mantiene entretenido. Como dice Violencia Rivas: tenemos la libertad de entretenernos con un programa de televisión, además de la de ser unos pelotudos.