Llegó la secuela de la simpática, inofensiva Peter Rabbit, el film de 2018 que adaptaba la creación literaria de Beatriz Potter combinando actores de carne y hueso con conejos animados. En este “capítulo” Bea (Rose Byrne) ya está casada con Thomas (Domhall Gleeson) y tienen una tienda adorable en la que venden los libros sobre Peter y sus amigos, artesanal y bellamente editados por Thomas. Un planteo que no augura más desarrollo sobre el mundo del conejo con la voz de James Corden —y sus amigos— sino sobre los protagonistas humanos. Que viajarán a Londres porque alguien cree que lo que Bea hace puede ser un buen negocio. Por supuesto, convirtiéndolos en una saga comercial desalmada y todo eso que imaginan.
La “aventura” será excusa para algunos chistes y varios gags más o menos simpáticos, pero que parecen concebidos como cálculos matemáticos para que nada salga de los mismos carriles. En todo caso, se extrañan las risas que se presupone vienen con la invitación a verla y que no llegan.