Petite maman, de Céline Sciamma
Resulta complicado decir algo de una obra cuando el viento no está a favor. Y más cuando Céline Sciamma parece “ascender rápidamente al Olimpo feminista” (Sic. Timur Aliev), donde suele suceder que criticar un objeto parece criticar al colectivo mismo. Esto sucede en la política, en las cuestiones personales y por qué no también en el arte. En una época, no se podía decir que a uno no le gustaba la música de Serrat porque inmediatamente quedaba parado del lado políticamente opositor.
Quisiera marcar algunas diferencias de los elogios del común de la crítica y ya de por sí el abundante material sobre el mismo. Cuestión difícil agregar algunas cosas que no haya visto escritas.
Qué es el tiempo siempre fue un problema. Sobre el tema del tiempo también el arte pudo opinar: los trípticos medievales fueron una forma de resolver la relación entre pasado presente y futuro; el cubismo, otro tanto. Es quizás el cine, el arte que abordó con más eficacia sus diversas problemáticas, incluso sus paradojas, pero es también el cine en su forma reificada (Modelo institucional de representación) que reafirma la linealidad desde su propia enseñanza. El recurso del desdoblamiento del tiempo o de la introducción de un tiempo alternativo o mágico dentro de un tiempo profano, sin continuidad ni explicación.
En literatura lo hizo James Joyce, lo soslayó el círculo Lovecraft, lo hizo también Cortázar en “Rayuela”, en cine Kubrick, y no hace mucho tiempo, Lynch, primero en Lost Highway y luego en Mulholland Drive; en un cine un tanto más industrial, fue Nolan el que explotó la idea llevándolo a mesa del hogar.
El problema del tiempo fue pensado desde Platón hasta Hannah Arendt, pasando por Hegel, el Positivismo, Einstein o Prigogine entre otros muchos. Sin embargo, siempre queda una rendija, un cabo suelto por el que corre delante nuestro en todo momento. Volvemos una y otra vez a la idea de un tiempo circular, corremos en círculos, quizás por pereza o tal vez por angustia; el film de Sciamma que se estrena en Buenos Aires el 16 de diciembre, quizás sin darse cuenta, propone algo a lo que, aunque parece superado, volvemos una y otra vez , y es la idea de que se puede volver al pasado, cosa que en el fondo conlleva la tranquilizadora idea de redención, la esperanza de que se puede enmendar los equívocos, cosa que implica que más que vivir empujados hacia delante, vivimos enmendado algún error. El film, a mi juicio, se ahoga en cuanto cree que hay alguna solución buena a este problema.
Por otro lado está el tema del duelo, un tema del que los ingleses lograron hacer un género en sí mismo: el del niño que espera el regreso del padre de la guerra, mientras tanto se sumerge en un mundo donde la realidad y la fantasía fluyen uno dentro del otro.
Sin embargo, como bien lo señalan todos, el éxito del film de Sciamma no radica tanto en lo novedoso de su planteo sino en estar escrito con la sensibilidad de la época, (en eso me recuerda a Amelie, otro film epocal), Parece ser que hoy la concepción de lo femenino es algo que trasciende lo epocal, -la hija vuelve al pasado y juntas transitan la muerte de la abuela de una, y la madre de otra. Como si el duelo tuviese un rasgo común, algo que atraviesa las épocas y sólo la sensibilidad femenina lo puede capturar.
L a relación entre el universo profano y el del mundo mágico, es también a la carte. Si se observa la última saga de Batman, se podrá ver cómo lo simbólico gira hacia un supuesto realismo naturalista, de la misma manera, más elegante de por cierto, es lo que sucede en el filme Ondine; encontrar el fundamento histórico en un cuento de hadas no es nuevo, lo que parece, y sólo digo parece, nuevo es la manera en que el cuento de hadas se convierte en un cuento profano.
El film es un cuento de hadas, cuales historias mejor transitan la muerte que los cuentos de hadas. Cualquiera que conozca los trabajos de Yeats, Kipling o Graves, reconoce inmediatamente los elementos típicos de un cuento de hadas.
Se sabe que el roble, que aparece en Câd Goddeu es un árbol que participó de la “guerra de los árboles”, que junto al espino y al fresno tienen la capacidad de convocar espectros, la niña juega con las bellotas en el bosque.
También el muro y la relación de la casa y el bosque está descrita por Algernon Blackwood en “El hombre al que amaban los árboles”
Incluso podríamos decir que, como Ulises, es un descenso al mundo de los muertos ¿qué es si no el pasado?.
Sobre el final, la despedida se da en una última aventura, un viaje a una pirámide hueca en medio de un lago. Una pirámide en el centro de un lago, con un cielo pintado en su interior, representación de representación. No es el Walhalla, no está ni Shiva ni Krishna, ninguna diosa blanca, ni alguna otra forma pagana de índole femenina, sino de la mejor tradición platónica, con el agua a su alrededor, también de la tradición griega; es el agua del olvido, a traves de la cual pasa el alma . Sobre el final, hay varias referencias más que a algún tipo de culto pagano, a la metafísica, primero platónica y después cristiana. ¿En el templo new edge, en medio del lago se da la revelación divina por la cual la niña y su madre en este momento doppelgänguer aprenden los fundamentos de la sororidad, como verdad eterna e inmutable?
Otra cosa que extraña, por lo menos para el que escribe, es que el film parece plantear la posibilidad de la reversibilidad, lo que admitiría como corolario el de enmendar todo tipo de errores, enmendar el mundo, volver al pasado y poder despedirse de sus deudos como uno quisiera. Parece que hoy en día volvemos a necesitar paliativos para nuestros dolores; el dolor de no habernos despedido como quisimos, cuando quisimos, como tampoco es posible tomar la decisión justa en el momento justo.
En mi modesta opinión, es un lindo film, con buenas intenciones, la autora evidentemente tiene conocimientos en antropología y mitología; pero, arrancarnos sonrisas y llantos a fuerza de lo que obviamente nos emociona, y es lo que en todo tiempo y lugar se nos hizo difícil como humanidad: transitar el duelo, tema que es afortunadamente tanto incierto como infinito, porque sino estaríamos condenados a ser cosas.
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