Una emotiva fábula sobre el duelo de Céline Sciamma
La directora de “Retrato de una mujer en llamas” narra el duelo desde el punto de vista de una niña de 8 años tras el fallecimiento de su abuela.
El cine es tiempo y espacio según los teóricos del séptimo arte. Petite Maman (2021) toma ambos elementos para llevarlos a una dimensión fantástica en el vínculo entre una niña y su madre, luego de la muerte de un ser querido.
Nelly (Joséphine Sanz) tiene 8 años cuando su abuela materna muere. Viaja junto a sus padres al hogar donde ella vivía. Allí creció su madre (Nina Meurisse) cuando tenía su edad, en una casona junto al bosque que deben vaciar para vender. Pero la locación tiene un misterio que incluye algo más que recuerdos.
La niña se convierte en la pequeña madre del título para acompañar a su progenitora en el dolor y, de alguna manera, “crecer de golpe” para transitar su propio duelo. Jugando en el bosque se encuentra con su madre a su misma edad y traza con ella una fuerte amistad que la ayuda a comprenderla emocionalmente. Una lúdica manera que encuentra la película para mostrar la conexión de la pequeña con su madre.
Petite maman es una fábula fantástica que apela con sencillez a los recursos cinematográficos a su disposición, con poesía y cierto misticismo. Un cruce de temporalidades y pequeños gestos para aprovechar la ensoñación que produce el dispositivo cinematográfico -la luz, la construcción del espacio y el tiempo- pero desde las percepciones a flor de piel de la niña por el duelo.
Una dimensión alegre y fantasmagórica que hace posible la aparición y desaparición de personajes, el cambio de tiempos y transformación de los espacios. El guion de la misma directora cierra el círculo con detalles precisos que engrandecen el relato.
Una película extraordinaria en el sentido disruptivo, con la realidad que se mezcla con la magia y transforma la manera de ver las cosas en su joven protagonista. Un modo de atravesar el dolor pero también, de procesar el misterio de la vida a través del misterio del cine.