El cine de Céline Sciamma es uno de los más lúcidos y arriesgados del cine francés actual y en cada una de sus películas pone en el centro a figuras femeninas que acompaña de una forma especial. Tanto por la temática, como por el tratamiento visual y la sensibilidad que pone en sus personajes, cada uno de sus filmes representa un desafío porque, además, si bien comparte una mirada y un interés en el rol de la mujer como eje de sus relatos, cada trabajo es bien diferente del anterior.
En su quinta película, “PETITE MAMAN”, que fue vista en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata dentro de la Competencia Oficial, la directora retoma la figura femenina en la línea de mujeres de la familia (madre / hija/nieta) a partir del desencadenante que se presenta a partir la muerte de la abuela y lo hace desde un punto del personaje de una niña de ocho años.
Además de esta atenta a cada uno de los detalles de la puesta, Sciamma es además una excelente guionista que aprovecha el verdadero sentido del cine: sus imágenes reemplazan lo que en otras películas se pone en palabras y se explicita. Ya desde la primer escena en donde la pequeña Nelly se va despidiendo una a una de las abuelas de una residencia geriátrica hasta llegar a una iluminada habitación vacía en donde encuentra a su madre ordenando algunas pertenencias, entendemos perfectamente que juntas deberán iniciar ese camino complejo del duelo y de la ausencia: la abuela de Nelly, ya no está.
Desmantelando la casa, Nelly se irá despidiendo de cada uno de los rincones de su abuela, al mismo tiempo que la profunda tristeza de su madre se evidencia por los silencios y ese encuentro con ciertos objetos de la infancia que proponen un recorrido por los recuerdos y por la nostalgia. Cada una se aproximará al doloroso territorio de la muerte de un ser querido, de la manera que cada una de ellas pueda, a veces enfrentando la realidad, a veces escapando.
Cuando Nelly sale a recorrer los alrededores y va penetrando en el bosque que rodea la casa de su abuela, encontrará la casa de madera donde jugaba su madre. Ahí será cuando Sciamma duplique la apuesta y juegue, como la Alicia de Carroll, a que se atraviese el espejo.
Nelly encuentra a una niña, Marion, cuyo rostro le es sumamente familiar y encontrará varios puntos en donde espejarse hasta que el pasado y el presente confluyan, en ese continuo que es la línea de tiempo que tantos científicos proponen inexistente.
Rápidamente Sciamma borra el tiempo y el espacio como convencionalmente lo concebimos. Nelly y Marion entablan un relación profunda, un total entendimiento, una pequeña simbiosis que lo va explicando todo (acertadísima la elección de dos hermanas gemelas para los papeles) cuando cada una de ellas, se sumerge en la vida de la otra y el relato va creciendo en sensibilidad y poesía.
Esos pequeños diálogos entre las niñas que parecen intrascendentes, en cada mirada, en los espacios y los lugares donde el tiempo se torna difuso, gracias a cada uno de esos detalles “PETITE MAMAN” va creciendo hasta llegar a ser una pequeña gran película.
La delicadeza y la profundidad con la que Sciamma aborda un tema tan complejo y tan sensible, son realmente exquisitas. El diseño de arte está en cada uno de los detalles y la iluminación va generando diferentes climas para una historia que nos invita, finalmente, a bucear en nuestro propio niño interior y en el reencuentro con nuestros propios seres queridos.