Relaciones desparejas pero no peligrosas
Basado en una historia real, el film acompaña a una mujer que decide ir en busca del hijo que le arrancaron cuando era novicia. En ese recorrido encuentra un aliado de hierro en un hombre, a priori, muy distinto. El peligro de derrape sensiblero está, pero no se concreta.
Historia (¡verdadera, faltaba más!) de una mujer huérfana, a quien unas hermanitas de la caridad le arrancaron de las manos el hijo que tuvo siendo novicia –y que tras silenciar el asunto durante medio siglo decide ir finalmente en búsqueda del que ya será un cincuentón–, en manos de cualquier amanuense de Hollywood Philomena hubiera sido exactamente lo que uno entiende por “una de Hollywood”, haciendo un gesto de resignación. Un amuchamiento de sensiblería, golpes bajos, identificación fácil y actuaciones de esas que remueven el corazón como si fuera un guiso. Coescrita y coproducida por Steve Coogan (el genial comediante de 24 Hour Party People), dirigida por Stephen Frears (el de Relaciones peligrosas, The Grifters y Alta fidelidad, entre muchas otras) y protagonizada por Dame Judi Dench, a quien no costaba nada creer en el papel de una despiadada M en la última de Bond, Philomena cuenta con el factor ácido que le permite regular el ingreso de glucosa a su organismo. Aunque no bloquearlo del todo, por cierto.
Basada en un libro del periodista Martin Sixsmith, hay también algo de buddy movie en esta película que sabe qué botones apretar y cuándo y con cuánta presión. Vaya a saber cómo fue la historia real. No por nada está nominada a cuatro Oscar: Película, Actriz Protagónica, Guión Adaptado y Banda de Sonido. Lo que desarrolla la película es la desparejísima relación entre Sixsmith (el propio Coogan) y Philomena Lee (Dench), que tal como indica el decálogo de las buddy movies terminarán siendo aliados de hierro, contra todos los males de este mundo. Ex jefe de prensa de un ministro en tiempos de Tony Blair, a Sixsmith acaban de echarlo porque “habló de más”. Desempleado, deprimido y pensando en escribir un tratado de historia rusa (su especialidad), aunque la película no lo dice claramente, el hombre, que tiene muy buen pasar, en algún momento se habrá planteado que con la historia rusa no iba a llegar muy lejos en materia económica.
El hecho es que por una de esas casualidades de biógrafo (¿pero cómo, no era una historia real?), Sixsmith se encuentra con la hija de Philomena, que justo, justo estaba trabajando como camarera en un ágape al que él concurrió. Ahí la chica le larga en seco, como quien sirve champán sin preguntar primero, si no quiere escribir la historia de “una persona que conoce”, a quien las monjas le robaron el hijo. De aquí en más, Philomena coquetea con la metalingüística, porque el culto Sixsmith se niega a escribir esas “historias de vida” de las que vive tanto periodismo. Y medio Hollywood, claro. Es como si la película dijera: “Ojo, que nosotros sabemos que éste es un crowd-pleaser, una hecha para gustar”. Y también: “La vamos a hacer igual, pero como somos autoconscientes queda más fino”.
Jugando en varias mesas al mismo tiempo, Philomena apuesta al dramón en los flashbacks de juventud de la protagonista, a la historia de búsqueda –con el consecuente suspenso– a partir del momento en que Dench & Coogan salen al camino y a la buddy movie en todo momento. En ese terreno, Coogan tiene camino expedito para sacar a relucir su timing de comediante, tan justo como un tren inglés en el cumplimiento de los horarios. “¿Usted es graduado en Oxbridge?”, le pregunta Philomena, que no es precisamente una mujer instruida. Siguiendo con la metalingüística, es imposible no imaginar a Sixsmith como intento de autorrepresentación por parte de Stephen Frears, cineasta que llegó al cine popular proviniendo de otro más indie (Ropa limpia, negocios sucios) o exquisito (Relaciones peligrosas).
El paralelismo director/personaje se acentúa cuando, conmovido por la historia de su “sujeto”, Sixsmith deja de lado su máscara cínica e intenta bajarse del proyecto. Pero su insensible editora (léase Hollywood, el negocio, el sistema, lo que sea) se lo impide. Un paralelismo bastante tramposillo, por cierto. Que se sepa, ni este proyecto ni el de La reina (la película más exitosa de Frears) fueron encargos de alguna gran compañía, sino ideas surgidas de Frears y sus socios creativos. Nada indica que Frears, Coogan & Co no hayan filmado la película que quisieron. Que podría calificarse de “una para llorar” sin grasadas de por medio. Y que no recula ante el clero ni ante Dios, cosas que Hollywood jamás hubiera permitido.