Philomena

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

¿Qué es lo que pasa cuando una película es triste, nos hace llorar y sin embargo decimos que es hermosa? ¿Estamos locos? No, lo que sucede es que apreciamos un buen cine que viene por parte de un film hecho con corazón. Más aún cuando se trata de una historia real.
Eso es Philomena, una hora cuarenta en donde el espectador de ve inmerso en la historia desde el minuto uno y vive casi en carne propia todas las desgracias que le pasan al personaje principal que luego busca respuestas para grandes preguntas que no había podido hacer.
Es en ese viaje en donde se la acompaña a una Judi Dench, a quien dan ganas de abrazar y que hará llorar hasta a los más duros. Nos hará indignar con su historia de vida y odiar a las monjas que le robaron su hijo.
La rica relación que tiene con el periodista Martin Sixsmith (un gran Peter Coogan) construye el relato serio y acongojante con pizcas del mejor humor inglés en momentos claves para que el público no estalle en congoja.
Aplausos para Stephen Frears, quien ya nos había regalado magníficas obras tales como La reina (2006) o Alta fidelidad (2000), por darle forma a una historia aparentemente sencilla pero que en realidad tiene un trasfondo inmenso: tortura ideológica, religión, culpa y perdón.
Esto acompañado por una fotografía soberbia, planos que hablan por sí solos y una banda sonora justa, confluyen en dos puntos de vista encontrados que se entrelazan para brindar una hermosa película inobjetable.