Una buddy movie dramática
La calificación es 6 puntos (si no te gusta llorar en el cine), 7 puntos (si te encanta usar toda una caja de pañuelos en el cine).
En 1952, en aquella Irlanda rigorista de posguerra, Philomena Lee (Judi Dench), todavía adolescente, quedó embarazada. Rechazada por su familia, fue enviada al convento de Roscrea donde las hermanas le quitaron el hijo que tuvo para ser adoptado. Nunca lo volvió a ver. Cincuenta años después, vuelve a emprender su búsqueda, esta vez con la ayuda de Martín Sexsmith, un periodista desempleado y desilusionado (Steve Coogan, también coguionista). Philomena lee novelas lacrimógenas. Martín estudió en Oxford y trabajó en la BBC y en el Gobierno. Ella es ingenua y humilde. El es a veces condescendiente. Ella sigue siendo devota a pesar de lo que sufrió. El es agnóstico. Obviamente aprenderán a conocerse mejor y a apreciarse y, en este mismo viaje, descubrirán lo que le pasó al hijo de Philomena durante estos cincuenta años.
Con estos ingredientes típicos tanto del drama como de la buddy movie, el director inglés Stephen Frears elabora una salsa (muy) emotiva y (bastante) divertida en Philomena. Gracias al talento de sus dos actores, en particular de Dench -que con su reserva contiene la inclinación de Coogan hacía el histrionismo-, logra mantener este equilibrio frágil entre drama y comedia. Los toques de humor y la dignidad de Philomena, que nunca se apiada de ella misma, permiten también no caer del todo en el sentimentalismo hacia el cual empujan inevitablemente los varios giros del relato (que no contaremos acá), inspirado en una historia auténtica.
Si por la fuerza de esta historia, hasta su última y desgarradora vuelta de tuerca, Philomena es un fuerte alegato contra la Iglesia católica irlandesa, su moral reaccionaria y su crueldad desmedida, la complejidad de la protagonista la vuelve menos edificante que, por ejemplo, Las hermanas de Magdalena, de Peter Mullan. Philomena no deja de ir a la iglesia y, al mismo tiempo, a pesar de su devoción, está lejos de tener el mismo pensamiento conservador. En contraposición a esa institución que es la Iglesia, es la que lleva lo que sería el verdadero mensaje evangélico: busca entender a los demás, sin juzgar y hasta perdonando. Es posible también que parte de su comportamiento refleje simplemente esta tendencia que tienen a veces las víctimas a incriminarse en lugar de los verdaderos culpables. Por suerte, el perdón de Philomena Lee encontró su límite: decidió divulgar su historia. Pero lo hizo a su manera, sin odio.
Gracias al talento de Judi Dench y su interacción en total sintonía con Steve Coogan, la película de Stephen Frears logra evitar gran parte de los escollos del sentimentalismo para contar sin demasiados estereotipos una historia terrible acerca de las exacciones de la Iglesia católica.