Philomena

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Más corazón que odio

Candidata al Oscar, basada en una historia real, tiene a Judi Dench como la madre que busca al hijo que hace medio siglo le arrebataron.

Hay amores de la vida real que uno vive y no parecen de película. Pero éste se trata de un amor materno, y la historia de Philomena es tan increíble que parece de película. Pero es verdadera.

Philomena Lee era una huérfana que, como madre adolescente, fue forzada a dar a su hijo en adopción por las monjas del convento Roscrea en el que vivía -las monjas vendieron al hijo de 3 años a padres desconocidos-. Philomena calla durante cincuenta años, y un buen día no puede más. Llora y habla. Quien la escucha es su hija.

A partir de entonces comenzará la búsqueda de la madre de su hijo perdido, encabezada por Martin Sixsmith, un ex periodista que se encargó de temas políticos en la BBC, convertido en vocero del Gobierno inglés, descreído del poder de las historias de vida, quien, ya sin trabajo, ve una oportunidad. Y allí va con Philomena a buscar a Anthony.

La película sigue su viaje para encontrar a su hijo, y refleja aquello que aflora en la relación entre Philomena y Martin, la suerte de amistad que nace entre ellos, nacida de la mutua confianza. Y del entendimiento, pese a las claras, convincentes y e inequívocas diferencias entre ellos.

Así contada la historia no sería más que la de una road movie , una película de camino en la que los personajes parten hacia un fin, que no saben si llegarán a alcanzar (encontrar a Anthony) y en la que -siempre- el recorrido, por H o por B, los cambia.

Por fortuna, Stephen Frears le escapa al juego de las lágrimas. Cada golpe bajo que se avizora, lo elude. Cada vez que una cuota de almíbar parece que va a decorar la torta, aleja el cuchillo de untar. Frears, que sabe de vínculos de amistad y de los otros, forzados o no, como lo demostró en Las relaciones peligrosas, Alta fidelidad, o inclusive La Reina, se muestra por primera vez compasivo con su protagonista.

Philomena Lee tiene todo como para sentirse resentida. Pero es una católica creyente -y practicante-, y en su corazón, antes que odio, tiene misericordia y piedad ante quienes la afrentaron.

Judi Dench tiene la particularidad, como actriz, de ponerse los diferentes trajes de los personajes que le otorgan o acepta. Y adaptarse a la medida que sean. Puede ser M en los filmes de Bond, madre castradora o reina, pero a los casi 80 años que cumplirá en diciembre tiene la fuerza -y la fiereza- de una mujer con todas las letras.

La película, que tiene cuatro candidaturas al Oscar (filme, actriz, guión adaptado y música) es un conglomerado de géneros. Es filme de denuncia, drama, tiene retoques de película del camino cómica y hace colisionar la fe con la razón. También ofrece una mirada crítica hacia la Iglesia que prefiere esconder la suciedad bajo la alfombra.

Steve Coogan, que interpreta a Sixsmith, el ateo que acerca a Philomena a la luz -al menos a la luz de la verdad-, también es coautor del guión. Su personaje es arrogante, como contraste de Philomena, esa mujer tan simple y amorosa, tan devota como con pocas pulgas que en la vida, tal vez, perdió más de lo que ganó.