Basada en hechos reales, Philomena es la historia de una mujer que tras haber recibido una fuerte educación católica fue obligada a dar en adopción a su primogénito. Luego de varios años de silencio y de conservar intacto su secreto, decide comenzar la búsqueda. Sin más que una foto clandestina de hace más de cuatro décadas y un nombre que ya no lo identifica, Philomena (Judy Dench) inicia un agotador derrotero acompañada de Martin (Steve Coogan), un ex periodista político que sin mucho entusiasmo intentará recopilar datos para escribir un artículo de interés social.
Con una marcada presencia de los mandamientos religiosos como huella de un pasado disciplinado y estricto, el filme aborda en reiteradas oportunidades la temática del pecado, el perdón y la fe. Grandes temas de debate popular que marcan diferencias entre las personas que no piensan de la misma manera como es el caso de Philomena y Martin. Mientras que ella es ultra católica, él se burla de las imágenes santas y en actitud cuestionadora no puede acceder al concepto de creer sin comprobar. Extrapolando el concepto hacía el terreno del quehacer cinematográfico, el contrapunto entre Philomena y Martin, marca el ritmo de este drama que tiende a la lágrima.
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Si bien la historia genera cierto tipo de intriga, el filme se torna un tanto extenso y repetitivo, sobre todo por el exceso de escenas en el auto en donde la dupla protagónica alcanza diálogos de cierta comicidad o emoción, pero que no llegan a clasificar como grandes escenas. No se puede evitar hablar de la calidad actoral de Judy Dench quien, en un papel que le sienta de maravilla, despliega todas sus herramientas para darle vida a un personaje complejo.
Philomena recrea el ambiente hostil de una comunidad de monjas irlandesas quienes, en nombre de la palabra del Señor, han causado estragos en la vida de decenas de niñas huérfanas. Encerradas en la cárcel de creer vivir una vida de pecado muchas de esas jóvenes han perdido la vida. Pero también habla de como el destino obliga a cerrar círculos y evitar dejarlos inconclusos. Sin grandes pretensiones pero con muchos lugares comunes, el filme se vuelve, por momentos, demasiado predecible.
Por Paula Caffaro
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