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jueves 30 de Agosto de 2018
Astor Piazzollaen documental imperdible
años del tiburón. Astor Piazzolla en París, en una de las imágenes que rescata el documental de Daniel Rosenfeld.
años del tiburón. Astor Piazzolla en París, en una de las imágenes que rescata el documental de Daniel Rosenfeld.
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Para hacer esta obra Daniel Rosenfeld tuvo una ayuda única: el propio Astor Piazzolla, recuperado por el archivo de la familia y en especial por los 17 casetes de confesiones que le grabó su hija Laura. Así es como se van alternando la voz del propio artista, la de su hijo, a veces en contrapunto, y los fragmentos de mucho material de archivo: cortos de Feldman, de Berú, del propio Astor con su camarita, entrevistas de José de Zer, de Jorge Jacobson y tantos otros, una charla regocijante con el gran Juan Carlos Mareco, una discusión telefónica resuelta a lo Don Segundo Sombra por el atacado, y hasta la primera grabación que el bandoneonista hizo en su vida, a los 11 años.
Y lo mejor es que no se trata de una exaltación acrítica. Ahí está el genio, el artista, el amigo humorista, pero también el viejo chinchudo, el marido egocéntrico, el padre irascible, así como los recuerdos de abuelo y Nonino en actividades non sanctas, Gardel y la anécdota de un regalo que si no es cierta merece serlo, el amor a Nueva York, los maestros, los vaivenes de una carrera llena de injusticias, terquedades y triunfos, las reconciliaciones, los recitales en el Borda junto al poeta Jacobo Fijman ahí encerrado, y ese garabato final que alcanzó a pergeñar en sus últimos días, sintiéndose solo. Y, claro, los tiburones. El decía que pescar un tiburón y tocar el bandoneón eran dos esfuerzos de igual exigencia. Y esas dos actividades, así de exigentes, eran su vida.
Este documental lo pinta entero. Es un libro abierto, un deleite, un ejemplo y un milagro. Años pasó Daniel Rosenfeld buscando, negociando y restaurando con la mayor dedicación todo ese material de diversa clase y procedencia. Y luego, estudiando cómo exhibirlo de modo claro, atrapante, y con nivel artístico. El resultado es admirable. Lo disfrutarán los fanáticos lo mismo que los detractores de Piazzola, los curiosos y los conocedores, e incluso aquel que ignora el tango pero ama las historias bien contadas y bien equilibradas.