NINGUN PIBE NACE CHORRO… PERO TODOS MUEREN COMO TAL
El propósito de este documental de Andrea Testa es desintegrar la expresión que da título al film. Es un objetivo loable, y también uno complicado: como sociedad, estamos atravesados por el prejuicio y la incomprensión de situaciones que no hemos vivido. Sin embargo, por más ardua que parezca la tarea, vale la pena.
La directora se vale de planos en donde la relación figura-fondo determina la pertenencia a una clase social: el rostro, en un primer plano desenfocado, opina sobre la inseguridad o la imputabilidad de menores de dieciséis años; mientras tanto, el fondo avisa con quién estamos hablando: una plaza de Recoleta para las “personas bien”, la transitada peatonal de Suipacha para un “pibe chorro”. Es curioso ver la distinción que hace cada uno respecto de la inseguridad: un señor aclara que no es una sensación, que es algo real que le acontece a mucha gente; una señora culpa a la sociedad, pero admite que deberíamos construir más prisiones y permitir el encarcelamiento de menores para que puedan “rehabilitarse” (a pesar de que confiesa que nunca entró a una cárcel ni sabe cómo es la vida allí). El pibe chorro, sin embargo, es quien da en la tecla: la inseguridad no viene sola, ni viene de quien te roba, sino que nace desde la necesidad, y la única forma de combatirla es promoviendo trabajos, educación y una sensación real de pertenencia a esta nación.
Pibe chorro también reflexiona acerca del sistema penal y sus significados intrínsecos: penal viene del griego poena, que literalmente significa pena en tanto dolor, en tanto castigo; no resocializa, no cura y sólo genera estigmatización. Quienes logran hacer algo más con sus vidas -especialmente desde lo educativo-, tienen éxito a pesar de la cárcel. El documental además habla sobre los pobladores de esos espacios: siempre responden a un estereotipo que pertenece a una cierta clase social. Siempre son “chorros” o “villeros”… aquellos pibes que milagrosamente llegaron a la adultez.
El film se permite asimismo deliberar sobre los derechos humanos con imágenes muy poderosas, algunas registradas a partir de nuevos métodos de filmación, lo que le otorga un aire fresco y novedoso a la narración: cámara en mano, los mismos pibes cuentan sus propias experiencias de vida. Un dron nos muestra que, si bien el Muro de Berlín cayó, todavía hay otros muros que nos separan más que nunca: de un lado, la villa, del otro, el country. Un celular desde un balcón registra -con un nivel de tensión increíble generado a partir del uso del slow motion- el linchamiento de un pibe chorro por parte de los vecinos del barrio. Es muy fácil patear a alguien cuando está caído.
Y caídos están. “Lo hemos hecho siempre”, dice Mecha Martínez, refiriéndose a la lucha por vivir con dignidad, a pesar de los prejuicios, los estereotipos, la economía, el capitalismo. Porque los pibes chorros y los pobres lo han sido por generaciones. La pregunta es: ¿cómo haremos nosotros para ayudarlos a levantarse? O mejor aún: ¿qué haremos, como una sociedad toda y no como clases sociales, para levantarnos?