Existen películas de visión necesaria y fundamental, aquellas de rasgos de denuncia y compromiso, las cuales nos incitan a salir del lugar cómodo de nuestra butaca, porque la propia incomodidad que nos genera lo visto en pantalla se impone y nos invade la retina y el pensamiento.
Eso mismo sucede con la película de Andrea Testa "Pibe Chorro", un documental que sale de los cánones propios del género, y aborda de lleno el estigma declarado por la sociedad misma, acerca de aquellos pibes, los cuales carentes de oportunidades, con un mundo reducido a lo poco y necesario, quedan catalogados y marginados con el famoso mote de "pibe chorro".
Un ensayo soberbio sobre lo que todos sabemos, o deberíamos saber, el cual plasma de manera concisa y directa todas esas injusticias que quedan en silencio, que se esconden allá en el conurbano, de hecho queda claro la visión de la directora con una toma aérea donde un muro divide todas esas viviendas humildes donde se despliega la pobreza y del otro lado las impolutas casas con piletas de una clase de recursos y privilegios mayores.
Testa , quien es codirectora de La larga noche de Francisco Sanctis, película de ficción premiada en el BAFICI y seleccionada para el Festival de Cannes, estaba realizando un trabajo de investigación en un barrio cercano a una de las villas en La Matanza, cuando Gaby, uno de los chicos que participaba del documental, fue asesinado. Y es Gabi, aquel chico a quien primero conocemos a través de un dibujo, una manera más de inmortalizarlo, quien se convierte en el eje de este relato, su situación ante las desventajas que la vida le presentó, el contexto donde vive y las decisiones que toma para no convertirse justamente en lo que el título de la película sugiere, y aún así Gaby, cae víctima de un sistema que no parece tener un lugar para estos chicos, incluso cuando ellos hagan todo lo posible para forjarse un futuro mejor.
El film distribuye su estructura con imágenes fuera de foco de aquellas opiniones de personas que parecieran no tener muy en claro la actualidad que los rodea, con entrevistas a personas que trabajan por aquellos de bajos recursos, e imágenes propias del documental en sí de los chicos de la villa y de las actividades que llevan a cabo.
Otro detalle genuino es la participación de diversas personas que aportan cada uno desde lo suyo, la voz de lo que a veces pareciera no escucharse, entre ellos del poeta y dramaturgo Vicente Zito Lema; la psicóloga social Silvia Viñas, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos y Coordinadora General de Barrilete Cultural; la socióloga Ana Laura López, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos; el abogado Gustavo Gallo, defensor de niños, niñas y adolescentes; la militante político-social Mecha Martínez; y Damián Quilici, artista vinculado al stand up, la filosofía villera y la cumbia.
La crudeza de las palabras del poeta quedarán sonando por un tiempo, la sensación de aquellos chicos que nacen muertos solo porque en la vida ya no pueden ser nadie, no se los reconoce, no se los ve, se los mata y se los olvida, y es ahí donde reside el mayor valor de esta película, en la intimidad de lo que cuenta, lo urgente que se vuelve su visión y su debate posterior, "Pibe chorro" merece un lugar en las carteleras del cine nacional e internacional, en las escuelas privadas y públicas, en los televisores ávidos de historias que cuenten y no que entretengan, y sobre todo merece un lugar en esta sociedad indiferente, y si bien la sensación al finalizar el relato es de una angustia visceral, queda entonces una esperanza por lo bajo, porque esto debe contarse, debe saberse y debe sin duda alguna, terminarse.
"La cárcel es para los pobres", están atestadas de gente de bajo recurso, que no puede regenerarse porque no conoce ni dentro ni fuera de ellas otra realidad, pero hay una luz sin cuando el cine funciona como exponente de lo que pasa y cuando el público acompaña, y al incomodarse piensa, se compromete y actúa, por esta y otras tantas razones una película como "Pibe Chorro" es digna de celebrarse.