Pichuco

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

El legado del bandoneón

El documental Pichuco (2014) viene a homenajear la figura del gran Anibal Troilo en el centenario de su nacimiento pero, sobre todas las cosas, le da una interesante vuelta de tuerca a los documentales tangueros.

Presentada en el 16 BAFICI, Pichuco (apodo popular del gran bandoneonista argentino) comienza con un grupo de jóvenes músicos trasladando un piano de madera a una plaza. El esfuerzo por su peso y tamaño es notable. La finalidad lo justifica, sacar el tango a la calle y hacerlo popular. Esta escena simplifica audiovisualmente el objetivo del documental de Martín Turnes: mostrar a un Pichuco popular, pasional, que supo lograr siempre la conexión con el público, factor que lo ubicó en un lugar privilegiado, entre otros tantos músicos virtuosos.

Pero esto es sólo un buen comienzo, porque la película logra demostrar una estructura novedosa e innovadora con respecto al convencional documental tanguero for export que suele edulcorar melodías clásicas, recorrer lugares comunes de Buenos Aires y adjuntar una serie de entrevistas expuestas en orden cronológico a la vida del músico. Aquí Turnes elige partir desde las nuevas generaciones de músicos tangueros, aquellos que siguen con pasión aprendiendo de Pichuco, estudiando su arte y técnica, tratando de captar al menos una parte del sentimiento que Troilo trasmitía al tocar su instrumento predilecto.

Pero también la película hará un curioso recorrido por los barrios y lugares emblemáticos donde transitó Pichuco, con una fragmentación fotográfica que va desde su casa natal hasta pizzerías de la calle Corrientes. Tales secuencias implican un recorrido, un viaje que la misma música invita a recorrer. Y no se tratará de faroles ni empedrados emblemáticos sino de barrios humildes y personales que escenifican las letras de los tangos escuchados.

No faltarán las entrevistas a todos y cada uno de los artistas consagrados que conocieron en vida y obra a Troilo que comparten sus experiencias a cámara. Hablando de la persona pero también de aquello que lo hizo único como artista: “Pichuco tocaba el bandoneón con el alma”, asegura más de uno.

Pichuco, la película es también una clase de música, de técnicas y sentimientos, para decir y describir la sabiduría del artista. Comentan los entrevistados que borraba arreglos majestuosos pero complicados de comprender para la gente común, su inteligencia estaba en trasmitir sus melodías con simpleza para llegar al público.

Turnes parece comprender tal actitud y la traslada a su película, dándole un matiz particular, innovador y único en su especie, que la diferencia de los demás documentales tangueros, para bien.