El primero de los muchos méritos que entrega esta atractiva producción israelí, una de las cinco nominadas de este año para el Oscar a la mejor película extranjera, pasa por haber clarificado lo que en una primera instancia podría ser tranquilamente visto como un planteo complejo, oscuro, denso y digno de un selecto grupo de especialistas. Logro que, por añadidura, también lleva a que públicos de todo el mundo sigan con interés hechos ocurridos en lo que a priori se desarrolla dentro de un estrecho espacio geográfico y religioso.
El pie de página aludido en el título es una referencia académica decisiva para la evolución de los meticulosos estudios sobre el Talmud, reservados a un muy selecto grupo de expertos. Su artífice es Eliezer Shkolnik, un hombre maduro, huraño y de exacerbado culto a la rutina, convencido de que aún no le llegó el reconocimiento que merece por su gran hallazgo académico.
El hijo de Eliezer, Uriel, comparte la vocación paterna, pero la lleva adelante con el espíritu de las nuevas generaciones. Más informal, mucho menos circunspecto y -sobre todo- mejor dispuesto para dialogar del modo más fecundo con ese mundo exterior del que su padre reniega.
Será un gigantesco equívoco ligado al otorgamiento de uno de los máximos galardones oficiales de Israel lo que desencadenará en los hechos un conflicto de difícil resolución entre padre e hijo. Pero ese acontecimiento puntual no hace más que hacer explícito todo lo que el director Joseph Cedar, con la delicadeza y la atención de quien cuida hasta el mínimo detalle, fue construyendo hasta allí. Esos dos mundos paralelos y a la vez divergentes, presentados desde el recelo, la envidia y una silenciosa rivalidad que terminará en un estallido no menos sordo.
Cedar trabaja ese conflicto -que es también generacional y tiene al mismo tiempo complejas derivaciones familiares- con una rica paleta de recursos narrativos y dramáticos. A veces juega con la intriga, a veces con el suspenso y también, con frecuencia todavía mayor, utiliza un costumbrismo bien entendido para dibujar, con agridulces pinceladas, cómo el universo riguroso que padre e hijo fueron construyendo a partir de sus estudios puede desmoronarse en un lapso muy corto por culpa de circunstancias que pueden parecer incongruentes.
Atrapados en un escenario nuevo por una lógica principista de la que no pueden escapar, padre e hijo se verán las caras como nunca en un ejercicio que no duda en exponer del modo más llevadero complejos dilemas morales con la ligereza del mejor humor ligado al absurdo. Habrá que agradecérselo a la capacidad de observación de Cedar y a su brillante elenco, encabezado por los inmejorables Shlomo Bar-Aba (el padre) y Lior Ashkenazi (el hijo).