Ingeniosa comedia sobre asunto árido
He aquí, en esta ingeniosa comedia, un notable ejemplo de cómo hacer que el asunto más árido sea accesible para todo el mundo. Porque esta obra es bien accesible, y hasta fue candidata al Oscar de hace dos meses. Y sin embargo, si al espectador le dijeran que trata sobre el enfrentamiento de dos grandes autoridades en el estudio del Talmud, que pasan, y han pasado, buena parte de su vida en los claustros de la Universidad Hebraica de Jerusalem, bueno, probablemente el espectador la pase de largo.
Pero ese es solo el ambiente, la excusa pintoresca y extrema que tiene la comedia para tratar algo más amplio, de interés general. Por empezar, nos presenta dos clases de especialistas. Uno, concentrado en sus cosas, encerrado en sus libros, harto minucioso, poco sociable, ajeno a la autopromoción y por tanto apenas conocido, y mucho menos reconocido, salvo por una vieja mención a pie de página en un libro importante. La mención tuvo su peso, pero él es como si no existiera. En cambio, el otro estudioso es sociable, comprador, y por tanto vendedor, incluso hábil autor de best sellers, muy conocido y muy querido por colegas y público. Hay mucha gente así, en diversos ámbitos, ya se sabe. Pues bien, el máximo premio que otorga el país va para uno de ellos. ¿Para cuál imagina el lector? ¿Y cómo reaccionará el otro?
Primer detalle: esos dos estudiosos son padre e hijo, aunque no lo parezcan. También en esto hay gente así en diversos ámbitos. Segundo detalle: el anuncio del premio se hizo en forma equivocada. Como tienen igual apellido y ocupación, alguna ministra llamó al que no era para felicitarlo. ¿Pero cómo decirle ahora que hubo un error? Es una humillación para los dos estudiosos, para el comité que otorga el premio y para buena parte de la sociedad. Y es también un desafío para el verdadero ganador. ¿Tendrá la piedad y el cariño de un buen familiar, para acompañar al perdedor? ¿Y que decir de éste? ¿No han de aflorar rencores y amarguras? Tercer detalle: estos tipos son grandes estudiosos del Talmud, pero no parece que aplicaran sus buenas enseñanzas. Que lo digan en casa. Ya lo dirán, quizás, en otras partes.
Como vemos, un asunto atractivo y sin dudas universal, que parece chico, restringido, pero le llega a todo el mundo. Y el autor sabe cómo hacerlo llegar. El guión es excelente, en su pintura de personajes, en sus diálogos, en sus giros y planteos, en la resolución, una joyita. Y los actores que hacen de padre e hijo, y el viejo cascarrabias que debería terciar en el conflicto, y las mujeres de estos insufribles, también son excelentes. Anotamos los nombres aunque den trabajo, porque valen la pena: Shlomo Bar Aba, el padre, Lior Ashkenazi, el hijo, Micah Lewesohn, el peligroso, Alisa Rosen y Alma Zak. Y el nombre del director: Joseph Cedar, neoyorquino residente en Israel desde los cinco años de edad, dos veces candidato al Oscar, simpática persona que estuvo acá la semana pasada, en la Feria del Libro y el Centro de Investigación Cinematográfica. Linda película.