Esto no es Kansas
Encerrados en una casa que parece congelada en el tiempo hace varias décadas, dos hermanos ignoran el timbre hasta que ya no lo soportan. Con gestos infantiles, deciden con un Piedra, Papel y Tijera quién dejará de ver El Mago de Oz en la televisión para abrir la puerta a la inesperada visita de su medio hermana.
El regreso al país de Magdalena (Agustina Cerviño) no es casual. Por más que María José (Valeria Giorcelli) y Jesús (Pablo Sigal) se muestren sorprendidos, era esperable que reapareciera tras recibir la noticia de la muerte de su padre.
No es que tuviera un vínculo real con él ni sus hermanos después de que fuera enviada a vivir lejos siendo poco más que una niña, pero hay una herencia para repartir y no va a dejar pasar su parte.
Más allá del extraño comportamiento que muestran sus hermanos, todo parece que marcha bien y que llegarán a un acuerdo cordial para resolver el problema; pero cuando se dispone a abandonar la casa, un accidente deja a Magdalena postrada y al cuidado forzado de una familia que poco a poco va mostrando que su excentricidad superficial esconde debajo algo mucho más siniestro.
Ese pie no es de Cenicienta
Las adaptaciones de obras teatrales muchas veces no aciertan del todo en el cambio de código, lo que produce películas estáticas y acartonadas sostenidas por largos discursos que podrán funcionar en el escenario pero no en la pantalla. Con solo tres personajes encerrados en una única locación, ese era un riesgo tangible para esta película, pero el trabajo en conjunto de la autora original con su codirector evidentemente fue exitoso en el traspaso.
El resultado es una narración que utiliza tanto la imagen como el discurso de los personajes para ir construyendo progresivamente la tensión, manteniendo el misterio sobre lo que realmente está sucediendo en la mente de los tres protagonistas.
Con un medido uso del absurdo y el humor negro, el foco de Piedra, Papel y Tijera no deja de ser el suspenso. Este va mutando en terror a medida que se vuelven reales las amenazas aparentes y se van confirmando algunas de las sospechas de Magdalena. Ella, al igual que el público, no tiene toda la información y necesita imaginarse las piezas que faltan en un rompecabezas donde cada agregado parece deformar lo que ya parecía armado.
Desde el lado de lo teatral, Piedra, Papel y Tijera descansa sobre un guion muy sólido que no subestima sobre explicando y que balancea parejo el protagonismo de sus personajes, dejando espacio para lucirse a la aceitada interpretación de sus tres protagónicos, tanto por separado como en conjunto. Gracias a ese ajustado trabajo no es evidente desde un primer momento quién es quién en esa mecánica familiar, ni quién actúa con maldad, inocencia o directamente con locura en ella. Pero no hay engaños, la información está a la vista aunque incompleta o solapada, esperando a que un nuevo dato invierta o ratifique lo insinuado para que todo cobre sentido.
Lo que hace de Piedra, Papel y Tijera más que una simple adaptación teatral, es que sin alarde de grandes recursos, desde la caracterización de los personajes a la ambientación de esa casa degradada o el armado de los planos, todo en la película cuenta algo que aporta al conjunto y parece cuidadosamente planeado; si algo es accidental o improvisado es tan orgánico que se disimula dentro de esa estructura sólida donde todo tiene un lugar para llenar. Tan cuidada construcción multifacética y colectiva -que debería ser regla en el cine- merece ser destacada, principalmente cuando producciones más grandes y lideradas por realizadores de más experiencia suelen no poder o no querer aplicarla.