Piedra, papel y tijera: No hay lugar como el hogar.
Piedra, papel y tijera (2019) es la primera película de Martín Blousson y Macarena García Lenzi, producida por Javier Diment (director y productor de La memoria del muerto, El propietario, Parapolicial Negro y El eslabón podrido). Bajo este paraguas de títulos y con la trayectoria de Blousson dentro del cine de género nacional como guionista y editor, no se puede esperar menos que una potente nueva apuesta por el terror y el suspenso en nuestro país.
Desde el inicio, desde la primera escena en la que alguien toca insistentemente el timbre de la enorme casa en la que María José (Valeria Giorcelli) y Jesús (Pablo Sigal), dos hermanos ermitaños, viven hace años casi camuflándose perfectamente con los muebles del lugar; desde ese preciso instante en que alguien interrumpe la paz, desde ese momento sabemos que algo anda mal.
Algo late en esa casa grandísima de mármol con olor a antiguo (esa es la sensación que tenemos como espectadores) y esculturas religiosas casi por doquier como si fuera un gran santuario. Lo que late es un extraño vínculo entre hermanos y un hecho traumático para ambos: la muerte de su padre. La única conexión con el mundo exterior es la llegada de una medio hermana de María José y Jesús. Es Magdalena (curioso nombre junto a los otros dos), acaba de llegar de España luego de muchos años de ausencia, y es quien, luego de esta muerte, viene a querer quedarse con su porción de la torta.
Hay muchos elementos físicos y metafóricos dentro de la película. Los físicos se pueden apreciar bien gracias a un meritorio trabajo de arte y puesta en escena. Y los metafóricos ya parten del título del film: el triángulo de la piedra, el papel y la tijera se vuelve cada vez más atractivo narrativamente hablando. Los tres hermanos son los representantes de un ambiente enrarecido constante, de una tensión que se acrecienta con el correr de los minutos y de aquel nostálgico suspenso e incertidumbre de Misery (1990) o de ¿Qué pasó con Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?,1962), pero sobre todas las cosas, son los protagonistas de un juego de roles y de poder.
Blousson y García Lenzi van construyendo (basándose en la obra teatral Sangre de mi sangre, de la propia Macarena) esta historia de personajes rotos emocionalmente, que no pueden dejar de vivir de recuerdos y que se prestan a juegos perversos. Pero lo más interesante de la película no es sólo su planteo atípico y por demás original dentro del espectro del cine nacional, sino también su imprevisibilidad. Jamás podemos adivinar lo que va a venir. Los directores, así, juegan también con nosotros como espectadores, y nos sumergen en la misma claustrofobia de sus protagonistas. Blousson conoce a la perfección el género por haber trabajado junto a los más representativos directores de cine de terror del país, por lo que tiene clarísimo ese registro.
El elenco es magnético y se destaca Valeria Giorcelli, quien construye el personaje más complejo de la película. Le aporta versatilidad a una trama que necesita moverse todo el tiempo para mantener el dinamismo y así convertirse en un gran exponente de género dentro del amplio espectro de estrenos en cartel.
Perversa, retorcida, hipnótica. Así se nos presenta Piedra, papel y tijera (2019) para sacarnos un poco del cine «de siempre», de los pochoclos, de la tibieza y de la comodidad.